domingo, 30 de marzo de 2008

30 de marzo de 2008

Perfil - Nota - Política - Pag. 20
Alcorta... y adentro
En el comienzo y a propósito de la mención al Grito de Alcorta que la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner hizo en su discurso de Parque Norte, un poco de historia.


Los hechos que la historia ha bautizado como Grito de Alcorta ocurrieron en 1912 y se refieren a la rebelión agraria que impactó al sur de la provincia de Santa Fe y se expandió a toda la región pampeana y que tuvo como epicentro al pequeño poblado de Alcorta.
Aquella Argentina rural era la consecuencia directa de la Conquista del Desierto que había ampliado enormemente la superficie disponible para la siembra.
Esas tierras habían sido adjudicadas en grandes extensiones a pocos propietarios que se transformaron en verdaderos terratenientes.
Hay que tener en cuenta que, bajo el impulso de aquel lema “gobernar es poblar”, nuestro país había dado cabida a unos 3 millones de inmigrantes quienes, en gran número, se habían diseminado por los pueblos del interior.
En 1912 la estructura social del campo se dividía en tres categorías, a saber: terratenientes, arrendatarios y subarrendatarios.
Los subarrendatarios eran víctimas de una verdadera explotación por parte de los propietarios debido a contratos abusivos que incluían rentas altísimas, la obligación de comprar los productos a quienes los terratenientes mandaban y, además, si las cosechas eran malas, el hacerse cargo de los costos.
La mayoría de los arrendatarios eran extranjeros y esto dificultaba mucho su integración y su agrupamiento para la defensa de intereses comunes. Además, como estaban sometidos a la Ley de Residencia, pesaba sobre ellos la amenaza de la deportación en caso de no cumplimiento de sus compromisos contractuales o en caso de protesta por las condiciones de tales contratos.
En 1912 toda esta situación hizo eclosión.
El disparador fue la excelente cosecha de ese año. Los chacareros, después de pagar sus deudas, se quedaron casi con la nada. Entonces, el 25 de junio de ese año, se realizó una reunión de unos 300 arrendatarios en la localidad de Alcorta.
La convocatoria la hizo Federico Bulzani y, a su término, se declaró una huelga por tiempo indeterminado y se hicieron, entre otros, tres reclamos concretos: 1) rebaja general de los arrendamientos y aparcerías; 2) entrega en las aparcerías del producto en parvas de troje, o como salga; 3) contratos por un plazo mínimo de 3 años.
El abogado Francisco Nestri, cuyos hermanos José y Pascual tuvieron un rol muy activo en la protesta, fue quien propuso que los chacareros crearan una organización gremial propia y autónoma. Así fue como, en una reunión en la Sociedad Italiana de Rosario, el 15 de agosto de 1912, se fundó la Federación Agraria Argentina.
La respuesta de los dueños de la tierra no se hizo esperar y fue brutal.
Durante un acto realizado en la localidad santafesina de Firmat fueron asesinados los dirigentes agrarios Francisco Mena y Eduardo Barros y poco tiempo después, era abatido en Rosario el Dr. Francisco Nestri.
Sin embargo, todo esto no fue obstáculo para que el movimiento de los huelguistas continuara y sumara nuevos apoyos de sacerdotes, líderes anarquistas y socialistas, comerciantes y profesionales. La consecuencia de todo esto fue que a mediados de 1913, si bien todavía muchas de las cláusulas leoninas de los contratos de arriendo permanecieron, los propietarios de la tierra comenzaron a ceder y otorgar rebajas en los alquileres de los campos. Además, se fueron conformando nuevas organizaciones gremiales de ruralistas y fue afianzándose el principio según el cual la tierra debe pertenecer a quien la trabaja.
Al momento de cerrar esta columna, las cosas en el conflicto entre el campo y el Gobierno están difíciles. La negociación está en un punto muerto después de la larga reunión de la tarde noche del viernes. La trama de la negociación merece ser contada. Hubo un papel muy importante que jugaron los gobernadores Scioli de Buenos Aires, Schiaretti de Córdoba y Binner de Santa Fe. Desde estas dos últimas provincias se trabajó con intensidad durante toda la Semana Santa durante la cual, increíblemente, el matrimonio presidencial estuvo de vacaciones en El Calafate, el vicepresidente Julio Cobos en las Cataratas y el ministro de Economía, Martín Lousteau, en Buzios. Hubo diálogos entre las autoridades de Santa Fe y Córdoba con los dirigentes ruralistas y también con algunos funcionarios nacionales. SantaFe pretendía ser tomada como parte del conflicto y no como mediadora.
Las comunicaciones fueron muchas y se intentó armar una reunión para el lunes o martes de la semana que pasó, pero la intransigencia del Gobierno nacional hizo fracasar ese intento. En simultáneo, el gobernador de Santa Fe fue recibiendo los reclamos de los presidentes comunales de los distintos distritos de la provincia.
Y por ello fue que se gestó la reunión con todos los intendentes y el Dr. Binner.
La situación de Schiaretti se complicó, en su relación con el Gobierno nacional, cuando dio el faltazo al acto del martes de la Presidenta. La palabra traición sobrevoló el ámbito de la Casa Rosada cada vez que se aludió al gobernador de Córdoba.
Scioli decidió también involucrarse en el conflicto. Con buen tino tomó la determinación de adelantar su regreso desde Brasil, adonde había viajado para firmar acuerdos importantes para la industria, y participar de algún tipo de negociación. Es así que durante el miércoles y el jueves tuvo diálogo directo con varios dirigentes rurales.
Su ministra de Agricultura era la que hacía el llamado telefónico y una vez que se establecía el contacto, le pasaba el teléfono a Scioli para que hablara directamente con el dirigente en cuestión.
La reunión del viernes último fue dura y tras las sonrisas para las fotos, campo y Gobierno salieron con los tapones de punta. El campo pidió la anulación de las retenciones móviles y el Gobierno advirtió que aplicaría la ley de abastecimiento. La negociación, como es sabido, terminó en un fracaso.
El campo ha vuelto al paro.
Hasta aquí todo lo que tiene que ver con el aspecto específico que genera este conflicto tan duro entre el Gobierno y el campo.
Es claro, sin embargo, que se ha agregado a esto un componente político que el matrimonio presidencial, increíblemente, no previó. Las cacerolas sonando en las calles de Buenos Aires y en la Plaza de Mayo enfurecieron y descolocaron al Gobierno. Y aquí nos debemos detener para analizar varias cosas. Dejemos el discurso de la Presidenta del martes que fue malísimo y que incrementó el enojo de los productores que cortan las rutas –acto claramente ilegal– y a mucha de la gente que, ligada al campo o no, no votó por los Kirchner. En el cacerolazo del martes por la noche en la Plaza de Mayo hubo de todo. Hubo quienreivindicó a Videla –hecho repudiable– pero hubo quien nada tenía que ver con esto y lo que expresó es su oposición al Gobierno, acto tan absoluta y legítimamente democrático como el de la defensa genuina del Gobierno. La respuesta a esto fue brutal: Luis D’Elía y su fuerza de choque. Y el problema aquí no es D’Elía en sí, porque D’Elía es el instrumento. El problema son los Kirchner que lo sostienen y lo usan.
En esto se repite una metodología de clara intolerancia que ya se había manifestado en Santa Cruz. Quienes allí viven no olvidan que en el 2002, en el furor de los cacerolazos, el entonces gobernador Kirchner fue objeto de uno de ellos que lo enfureció. Ello motivó una encendida arenga ante sus seguidores a los que se les bajó la orden de actuar coercitivamente para que ello no se repitiera nunca más en aquella comarca patagónica gobernada con rigor feudal.
Lo que se ha producido a partir del martes es un quiebre que aleja al Gobierno de cualquier posibilidad de intentar generar la famosa transversalidad que alguna floreó el discurso del ex presidente en funciones Néstor Kirchner.
Hay dos datos que ejemplifican esto. En el acto de Parque Norte del jueves pasado, el Gobierno debió recurrir al aparato del peronismo profundo del Conurbano bonaerense, el mismo al cual alguna vez los Kirchner supieron denostar; y para el acto de apoyo a la Presidenta, el próximo martes, la movilización correrá por cuenta del aparato de la CGT con Hugo Moyano a la cabeza.
Evidentemente, algo de esto percibió Cristina Fernández de Kirchner cuando en su discurso de Parque Norte –que tuvo un mejor tono que el de la Casa de Gobierno– utilizó los términos argentinos y argentinas para dirigirse a la ciudadanía.
Del análisis del discurso surge, una vez más, el problema que aqueja a la mayoría de los discursos de los Kirchner: esto es, la contradicción entre los dichos y los hechos.
La Presidenta habló allí de que la Argentina la hacemos entre todos y mencionó el aprendizaje que hizo, entre oteros, el peronismo. El concepto es impecable. Sin embargo, en los hechos, la realidad fue que se mandó a D’Elía y su fuerza de choque para “reganar” la Plaza de Mayo y a los que “caceroleaban” por allí. La Presidentadebería saber que la Plaza de Mayo es de todos, no sólo de los que la apoyan legítimamente sino también de quienes la critican. La presencia de D’Elía en el escenario de Parque Norte fue un claro signo de que él es Kirchner.
Dijo también la Presidenta que no se puede negociar con una pistola en la cabeza en alusión al paro por tiempo indeterminado –mala medida– tomada por las entidades rurales horas antes de su discurso del martes. Pero nada dijo de cuando el Gobierno utiliza el “método Moreno” –que también es Kirchner– para “negociar”con los ruralistas.
La Presidenta manifestó, además, la necesidad de combatir la concentración del campo y estimular a los pequeños y medianos productores. Pero lo cierto es que las medidas que se vienen tomando desde la gestión de su marido vienen produciendo el efecto exactamente opuesto.
Cristina Fernández de Kirchner expresó que las cacerolas del martes tenían que ver con la política de derechos humanos del Gobierno. La presencia de Cecilia Pando demuestra que hubo quienes, efectivamente, fueron a reivindicar a la indefendible y repudiable dictadura militar. Pero esa Plaza de Mayo ecléctica era mucho más que eso. Enviar a D’Elía y su fuerza de choque –había allí personas con la cara tapada y con palos– tuvo reminiscencias de las fuerzas parapoliciales que, como la Triple A, sembraron el terror en nuestro país.
Este doble discurso es el que le quita credibilidad a la Presidenta quien debería ser mucho más cuidadosa de esto.
Consideraciones finales La dificultad del momento es obvia. Las entidades rurales están desbordadas por sus bases y también hay que decirlo, en algunos casos por sus internas. Los cortes de rutas son ilegales y generar el desabastecimiento de alimentos es algo muy grave. Los productores pequeños y medianos que están emparentados con aquellos otros que protagonizaron el Grito de Alcorta tienen legítimo derecho de protestar pero deben meditar profundamente sobre las serias consecuencias que esta metodología puede acarrear al resto de la población.
El Gobierno también debe mostrar flexi-bilidad y entender que retrotraer la situación al 11 de marzo y reevaluar los efectos de la medida de las retenciones móviles sobre los pequeños y medianos chacareros ayudará a descomprimir la situación. Para terminar, una reflexión válida para el Gobierno y para todos los dirigentes políticos y sociales de la Argentina: los hechos de enfrentamientos en la Plaza de Mayo nos trajeron a la memoria lo peor de nuestro pasadoA los argentinos, el pasado nos divide.
Por eso, al pasado hay que tenerlo siempre presente; no para reincidir en él, sino para no repetirlo nunca más.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.