"Comparto el discurso que di recién en Olivos en el marco de la lucha #NiUnaMenos, junto a la compañera Diana Conti y compañeros y compañeras del FPV, La Cámpora, Socialistas para la Victoria y otros, en el centro de artes Batalla Cultural.
"Primero, quiero agradecer a los organizadores por la invitación, en particular, a la compañera Diana Conti.
De pronto, la violencia contra las mujeres parece haberse disparado. En un crescendo siniestro, acosos, abusos, violaciones, golpizas, asesinatos, se suceden a un ritmo que parece cada vez más intenso. En parte es posible que sea así, según opiniones de personas autorizadas, porque la mayor libertad que han ganado las mujeres, tal vez las jóvenes en particular, enfurece a los beneficiarios del machismo, que temen perder el control sobre sus víctimas. Pero en parte, también, podemos pensar que la sostenida militancia de las organizaciones que activan por los derechos de las mujeres ha conseguido hacer visible esa violencia, y ponerle un nombre.
Es que ya no es posible, como lo fue hasta hace poco tiempo, considerar esos ataques como hechos aislados, que aunque fueran numerosos seguían siendo independientes uno de los otros. Sectores cada vez más amplios de nuestra sociedad están tomando conciencia de que no hay un caso María Soledad Morales, o un caso Marita Verón, o uno Ángeles Rawson. Que no hay ésta o aquella mujer golpeada, una en Almagro y otra en Lanús o en Vicente López, o esta niña abusada en un jardín de infantes, y aquella otra en su propia casa. No son casos, sino una trama de opresión de género arraigada con fuerza en la sociedad, con raíces que lograron permanecer invisibles durante demasiado tiempo.
Por eso también hemos sido capaces de protagonizar la movilización del pasado miércoles 3 de junio, un fruto contundente de aquella militancia y de su intenso trabajo de difusión. En ese sentido, tenemos algún motivo de orgullo: creo que esta lucha no está separada de la larga y esforzada lucha por la verdad, la memoria y la justicia con relación a los crímenes del Terrorismo de Estado. Hubo en esa lucha un aprendizaje colectivo, una práctica de la solidaridad, un entrenamiento para descubrir las violaciones de los derechos de las personas, y para hacer frente al poder, y denunciarlas.
Esa lucha, llevada adelante por los organismos de derechos humanos, por las Madres y por las Abuelas, y por los sectores genuinamente democráticos del país, se continuó además con la militancia contra la violencia institucional. Tampoco en este aspecto hubo casos aislados. No lo fueron la masacre de los muchachos de Ingeniero Budge en 1987, ni las desapariciones de Miguel Bru, ni de Luciano Arruga. Esa también es una trama.
Una trama en la que las policías cómplices del delito y de los negocios sucios de los poderosos ejercen la más cruel represión sobre los jóvenes, sobre todo si son pobres. Alentadas por políticos sin escrúpulos, las fuerzas que deberían ser de seguridad meten bala y se garantizan la propia impunidad.
Pero tampoco la violencia de género y la violencia institucional son fenómenos aislados entre sí. Hace unos días, cuando se convocaba ampliamente por medio de las redes sociales a la concentración de ayer, nos enteramos de que circulaba un tuit por lo menos llamativo. Una conocida apologista de los terroristas de estado que asolaron el país entre 1976 y 1983, Cecilia Pando, se sumaba a la convocatoria y difundía su consigna: "Ni una menos".
La intervención de Pando no podía más que provocar vergüenza ajena en las personas honradas. Porque está claro que los años de la última dictadura cívico militar y eclesiástica fueron el período de más terrible desenfreno de la violencia criminal de las instituciones del Estado contra el pueblo del país. Pero también está claro que, entre sus víctimas, las mujeres tuvieron el sufrimiento adicional que suele estarles reservado: abuso, vejación, violación, se sumaron para ellas al tormento y la muerte que compartían con sus compañeros varones.
En demasiados casos, como se sabe, se conservó con vida a las embarazadas hasta que cumplieran con su función de paridoras, para que proveyeran de niños a sus asesinos. Siempre resulta muy difícil asimilar tanta perversión, tanta saña. Aunque Pando, defensora de esos procedimientos, pretenda ahora mostrarse solidaria con las víctimas de los femicidios contemporáneos.
Pero si la violencia contra las mujeres tiene una expresión irreparable en los femicidios, que nos llenan de indignación y congoja con tanta frecuencia, tiene también otras, que la costumbre hace aparecer como inofensivas: un dirigente político califica al voto de las mujeres como el voto-bombacha, un candidato presume de campechano al ofrecer 'traer las putas' a un asado. Sin embargo, nuestro pueblo ha sido capaz de encarar con su militancia y su espíritu de lucha también este flagelo.
Por último y para terminar, sabemos que unas y otras formas de violencia no son exactamente el mismo problema. Tienen sus particularidades, y por lo tanto exigen políticas particulares. Pero también sabemos que tenemos que enfrentar y derrotar a todas ellas. Y sabemos, por fin, que las consignas "ni una menos" y "ninguna violencia contra las mujeres" nos van a acompañar en el largo camino hacia una sociedad más justa.
Nuevamente, muchas gracias."
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