Fue en la Biblioteca Popular Sanchez Viamonte, local partidario de la calle Austria en la Ciudad de Buenos Aires. Participaron el secretario de Relaciones Parlamentarias del Gobierno Nacional, Oscar González, Fernanda Gigliani, concejala rosarina, la comunera porteña Julieta Costa Díaz, y Julia Sequeira, dirigente de Mujeres Socialistas, y demás compañeras de la Confederación Socialista.
Este es el texto:
"Primero, quiero agradecer a las compañeras que organizaron este encuentro, por la invitación.
"Todo me va a costar más porque soy mujer", dijo Cristina Fernández de Kirchner el día en que asumió la presidencia por primera vez, el 10 de diciembre de 2007. En esas palabras de la Presidenta se condensaba una larga historia, todavía inconclusa. El hecho mismo de que ella hubiera llegado adonde había llegado era una prueba de las batallas ganadas en la lucha de las mujeres por el pleno ejercicio de sus derechos. El costo al que aludía, por su parte, ponía en negro sobre blanco que por muchas y valiosas que sean las batallas ganadas en el plano legal, restan muchas por ganar, sobre todo en los planos de la discriminación y los prejuicios.
Es verdad que a las mujeres todo les ha costado más. Es que ellas han sostenido y sostienen una doble lucha: la que comparten con los varones contra las opresiones de clase, y la que llevan adelante para superar otra opresión, que atraviesa las clases y que ellas padecen en tanto mujeres. El formidable trabajo de esclarecimiento ideológico que la militancia de las mujeres ha realizado en los últimos años ha hecho que cada vez sean más los varones que comprenden sus reclamos y se suman a ellos. Pero el camino ha sido muy largo y muy áspero. Y todavía queda mucho por recorrer.
Si hablamos de participación activa en la vida política, el derecho de las mujeres al sufragio es una conquista que constituye una señal luminosa en la historia de la democracia. En la Argentina, constituyó un éxito relativamente tardío. En efecto, hubo que esperar hasta 1947 para que ellas accedieran a la posibilidad de votar, en un momento histórico en que una mujer, Eva Perón, ocupaba de hecho un lugar político central en la vida del país. Hubo que esperar hasta entonces, y no porque hubiera faltado determinación a las militantes, muchas de ellas socialistas, que pelearon desde fines del siglo diecinueve por el lugar que la sociedad patriarcal les negaba. Es que en esos años, el período de reformas del primer peronismo, así como sancionó derechos que los trabajadores reclamaban desde hacía mucho tiempo, también dio respuesta a la reivindicación sufragista de las mujeres, que a partir de entonces pudieron elegir y resultar elegidas.
Sin embargo, cuarenta años después de ese 1951 en que ellas votaron por primera vez, fue necesario que una ley, la de Cupo Femenino, obligara a todos los partidos a abrirles como mínimo el 30% de sus listas electorales. Años en los que sobraron golpes y dictaduras habían frenado transitoriamente los progresos legales de un movimiento que no obstante siguió su avance en la sociedad real, en todos los campos de su cultura. Fue así que la reforma constitucional de 1994 consagró "la garantía del pleno ejercicio de los derechos políticos mediante la igualdad real de oportunidades entre varones y mujeres". Durante la última década, más precisamente en 2009, la presencia de mujeres en ambas Cámaras del Congreso nacional llegó a superar el porcentaje mínimo que marca la ley para las candidaturas: 38,5 por ciento en diputados y 35,2 por ciento en el Senado.
Pero esta mayor participación en el Legislativo nacional, y el hecho fundamental de que por primera vez una mujer fuera elegida y reelegida para la presidencia no son, en modo alguno, las únicas expresiones del avance de las mujeres en nuestra vida pública que se ha producido en la última década. En efecto, dos grupos de mujeres que desempeñaron roles decisivos en la lucha por los derechos humanos, en la obtención de justicia para los crímenes de la última dictadura cívico militar, y en la reparación de algunos de los terribles males causados por ella, han recibido en esta década, oficialmente, la gratitud que el país les debe. Me refiero, por supuesto, a las Madres y a las Abuelas de Plaza de Mayo. Aunque resulte una obviedad, no quiero dejar de recordar que en la específica militancia de Madres y Abuelas, la condición femenina constituye una marca de nacimiento. Permítanme un breve paréntesis para celebrar la recuperación de un nieto más por parte de las Abuelas.
La militancia de las mujeres, que por supuesto no incluye solamente la reivindicación de sus derechos políticos, obtuvo en la última década otras victorias. En efecto, no me parece un hecho menor que se haya sancionado legalmente el derecho de las madres a darles su propio apellido a sus hijos, junto con, y aún antes que el del padre. Se trata, en este caso, de una reforma de alto valor simbólico, en la medida en que apunta al corazón de la subordinación de la mujer al varón en el ámbito de la familia como sujeto de derecho.
En el marco de la cuestión de género, pero en relación con un asunto verdaderamente dramático, reformamos hace dos años el Código Penal para incorporar la figura del femicidio como agravante en aquellos crímenes cuya víctima lo es por su condición de mujer. El reconocimiento legal de la violencia de género como un verdadero azote que sufren las mujeres de la más diversa condición, es otro paso adelante.
También lo es la sanción de la ley de Fertilización asistida, que garantiza a todos los ciudadanos, no ya solo a aquellos que puedan pagar sus elevados costos, el acceso a los tratamientos y procedimientos médicos necesarios para lograr la gestación de un hijo. Si bien no son las mujeres las beneficiarias exclusivas de la fertilización asistida, hay que decir que han sido ellas quienes han militado a favor de ley, que también ha sido llamada "del derecho a la maternidad". Varias organizaciones de mujeres trabajaron activamente a favor de esta reforma.
Más allá del inocultable mérito que les corresponde en todos estos logros a los gobiernos en que se ha encarnado el proyecto nacional, popular y democrático que constituye el kirchnerismo, es imposible minimizar el papel de la militancia de las mujeres en procura de avances en la propia condición. Los socialistas sabemos muy bien que los derechos de los de abajo se consiguen con la lucha de los de abajo.
Las mujeres, a quienes todo les cuesta más, según la frase de Cristina Fernández de Kirchner, siguen luchando, ampliando derechos y derribando prejuicios. Lo hace la Presidenta, o mejor, si ampliamos la mirada apenas a nuestros países hermanos y vecinos, lo hacen las Presidentas. Allí están Dilma Rousseff y Michelle Bachelet para dar testimonio de lo que se ha avanzado, y de todo lo que hay que poner para seguir avanzando. Pero sobre todo lo hace cada mujer, cada compañera que trabaja y milita por sus derechos, que pone su inteligencia y su esfuerzo, hoy como hace cien años, acercando esta sociedad a la sociedad futura.
Nuevamente, muchas gracias."
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