La vida de periodistica te regala experiencias fuertes. Una de ellas pude vivir hoy, mejor dicho ayer. Ya son la 1.12 del domingo. Me tocó cubrir el acto de Cristina Kirchner y encontré luego de muchos años a una vieja fuente de información que frecuentaba en los años 90: el diputado socialista Jorge Rivas. Fue uno de los promotores del Frepaso y lo había dejado de ver con asiduidad cuando recalé en la Casa Rosada como acreditado del diario La Nacion.
Jorge había sido victima hace algunos años de un brutal asalto en Lomas de Zamora que lo dejó tetraplégico luego de un golpe cobarde y artero en su cabeza. Recuerdo que ese hecho de inseguridad me impresionó profundamente hasta el horror y me sigue conmoviendo. Me dio una terrible pena por ese hombre de excelente calidad humana. Hoy lo tenía frente a mí y no sabía si me iba a recordar.
El primer encuentro fue cuando lo trasladaban en su silla de ruedas hacia el Salón de las Mujeres de la Casa Rosada donde hablaría Cristina Kirchner por los 31 años de democracia. Lo crucé con la mirada y me miró fijo como si hubiera encontrado inesperadamente a un viejo conocido. Dentro de su expresión tiesa, su gesto fue de sorpresa, pero yo no sabía si acercarme porque no imaginaba hasta qué punto podría recordarme.
Quería saludarlo y así lo hice. “Hola Jorge -le dije, te acordás de mí?”. Una colaboradora de él me pidió que esperara un momenot y entonces sacó un tablero con todas las letras y otro colaborador le colocó una suerte de vincha plástica que en un extremo tenía un rayo laser rojo. Moviendo la cabeza levemente Rivas iba a contestarme señalando cada letra de la frase que quisiera construir. Entonces empezó: “No sólo me acuerdo de vos, sino que te puteo cuando te leo”. Por lo visto, su memoria estaba intacta y su militancia K es inalterable.
Algunas palabras no necesitaba terminarlas, porque su colaboradora y yo las adivinábamos al promediarlas, como por ejemplo “p…u…t…”, entonces yo le decía como acertando una adivinanza de niños: “Puteo”. Y le ahorraba el trabajo y él pasaba a la siguiente. Entonces le comenté muy amablemente que “tenía que contar lo que veía y la manera en que lo veía” y que comprendía que algunas cosas podían molestarle. Pero continuó. “T…e…..s….a….l….v…a …. t….u….m…u….”. Entonces yo lo ayudaba y le decía… “mujer”. Y el sonreía amigablemente.
Su comentario buscaba demostrarme que sabía muy bien quien era yo. Pero le actualicé entonces la información. “Pero ojo Jorge te cuento que… cómo hacemos?…. Ahora me separé… en marzo”. Me miró fijo y absorto. “Ya no me salva nadie”, le agregué. Luego de la sorpresa inicial ante la primera noticia, el chiste mío para aflojar la situación lo hizo reir con ganas, aunque silenciosamente. Su carcajada no emitía sonido, pero su expresión de felicidad y alegría por la broma eran evidentes y nos hicieron reir a todos con ganas.
En seguida lo tranquilicé. “Igualmente Jorge, sigo muy bien con Laura, nos llevamos muy bien y estamos siempre en contacto arreglando todo de la mejor manera y nos ayudamos”, le aclaré. No fuera a ser cosa que me tomara bronca por separarme de Laura Serra, que es periodista, acereditada de La Nacion en el Parlamento, y que cubre toda la actividad del Congreso en forma brillante: en eso tiene razón el compañero Rivas, que la conoce hace muchos años.
Dicho esto, en medio de su amplia sonrisa divertida, le pregunté a quién apoyaría como candidato a presidente para el 2015. “A quien apoyas el año que viene, Jorge, a Scioli, Randazzo, Urribarri?”, lo interrogué, sabiendo que lo pondría en un aprieto porque son todos peronistas y su condicion de socialista le haría difícil esa elección. Un juego de chicanas de viejos amigos. O de un periodista a su vieja fuente de información.
Entonces se hizo poner nuevamente el cabezal con el laser. “Soy…. un ….soldado … de ….Cristina… Y apoyaré a quien ella considere necesario, más allá de mis prefencias”. Era muy impresionante la velocidad del señalamiento con su marca lumínica roja brillante al desplazarse por el tablero de letras que sostenía su asistente.
Hablamos sobre algunas otras cosas y nos reímos de las cosas del momento. Cuando la conversación debió terminar porque tenía que atender algunos otros aspectos de la cobertura del acto, le dije dándole un apretón de manos. “Jorge, es un placer muy grande volver a verte. Estemos en contacto”.
Más allá de sus confesadas “puteadas” hacia mí persona y hacia lo que informo como periodista, me gratificó el alma verlo tan integro en su padecimiento y en su recuperación que es un canto a la vida. Y hacia la política, una actividad que el viejo militante socialista ama con intensa pasión.
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