lunes, 19 de mayo de 2008

19 de mayo de 2008

Página 12 - Nota - El País - Pag. 5
Los aliados del kirchnerismo ante la asuncion del ex presidente en el PJ
“Queremos una fuerza plural”
Tres referentes del radicalismo, el socialismo y la centroizquierda aliados del Gobierno analizan el futuro de la Concertación. Aceptan el rol de Kirchner al frente del justicialismo, pero piden espacios de discusión y decisión.



Eduardo Sigal, del Frente Grande; Oscar González, del socialismo, y el radical Horacio Quiroga.

Por Werner Pertot
Después de la asunción del ex presidente Néstor Kirchner al frente del PJ, los aliados radicales, socialistas y de la centroizquierda quedaron a la espera de una convocatoria para formalizar la Concertación Plural, algo que descuentan que no ocurrirá antes del 25 de mayo. En diálogo con Página/12, Eduardo Sigal (Frente Grande), Oscar González (socialismo K) y Horacio “Pechi” Quiroga (radicalismo K) explican sus dudas y su respaldo a una alianza más amplia. Todos se aferran a la frase de Kirchner: “Sólo con el PJ no alcanza”. Mientras tanto, siguen los contactos entre los aliados para sumar fuerzas e iniciativas: el Frente Grande organizará un seminario dos días antes del 25 a la que se sumarán otros aliados, los radicales prevén un encuentro con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el socialismo acelera los diálogos con los otros aliados.

Horacio “Pechi” Quiroga

- Radical K, subsecretario de Relaciones Institucionales de la Cancillería.


–¿Cómo vio la asunción de Kirchner frente al PJ?

–Me parece bien, fortalecer cada una de las fuerzas que están en la Concertación es fortalecer la Concertación.

–Algunos, como Aníbal Ibarra, no lo vieron tan bien...

–Si alguien pensó que la Concertación era un partido nuevo, no era ése el sentido. La Concertación fue una construcción a la buena de Dios para un compromiso electoral y pretende convertirse en un instrumento de Gobierno. Estamos en un período de aprendizaje muy exigente y en tiempo record: cinco meses llevamos. Si lleváramos 43 meses y me preguntaran si estoy conforme, diría que no. Tenemos que ver la Concertación en perspectiva, si la vemos en el presente, alguno se puede llegar a deprimir...

–¿Qué necesita la Concertación?

–Lo que necesita es constituirse con una estructura no gubernamental, que genere un ámbito donde se pueda hablar de política, discutir escenarios posibles y contribuir nutriendo de políticas al Gobierno. Porque si no, uno termina discutiendo con los ministros. La Concertación tiene que mirar al Gobierno y estructurar sus políticas públicas. Francamente, me asusta escuchar concepciones militarizadas de la política: “Hay que ocupar, hay que atacar”. La política no es táctica militar: “ocupo o desocupo la Plaza de Mayo, llevo la barra o saco la barra”. Es una simplificación primitiva actuar en política con estos conceptos. En política, las medidas no se defienden: se explican.

–¿Lo dice por Luis D’Elía?

–El voluntarismo cargado de tácticas pseudomilitares no sirve. Me parece un atropello a la libertad que cualquier ciudadano corte una ruta, la corte D’Elía o la corten los sectores del campo. El comportamiento prepotente es inadecuado y no tiene nada que ver con los criterios fundacionales de la Concertación. Lo puedo decir por D’Elía, por Moyano y por los dirigentes del campo, que se apropian de derechos ajenos. Hay que terminar con la prepotencia en la Argentina, venga de donde venga.

–¿Qué van a plantear en la reunión con Cristina Kirchner? ¿Le van a pedir más protagonismo en el Gobierno?

–Queremos tener la posibilidad de expresar sentimientos de pertenencia. Para esto, no se puede ser espectador. No somos convidados de piedra del Gobierno, sino que formamos parte. Reconozco que tenemos déficit de comunicación dentro de la Concertación y dentro del Gobierno.

–¿Cómo van a resolver su situación en el radicalismo?

–Somos un movimiento interno dentro de la UCR. Tenemos la pretensión de conducir la UCR. El afiliado radical quiere ser protagonista de los cambios y nuestras posibilidades de llegar a la conducción son ciertas.

Oscar González

- Secretario general del Partido Socialista.


–¿Cómo le cayó la asunción de Kirchner frente al PJ?

–La decisión de Kirchner de asumir como presidente del PJ tiene que ver con una situación absolutamente propia e interna del justicialismo, sobre lo que no consideramos que tenga interés nuestra opinión, así como pedimos que otros no opinen sobre las discusiones internas del socialismo. Otros sectores sí tienen interés en opinar...

–Por ejemplo, Aníbal Ibarra y Luis Juez lo consideraron contradictorio con el primer proyecto de Kirchner de transversalidad.

–Nosotros, en cambio, no consideramos que sea contradictorio, sino que tiene que ver con la resolución de situaciones en un partido que no es el nuestro. Lo que nosotros planteamos es lo que dicen los congresos del Partido Socialista, que siempre se pronunció por un frente amplio de centroizquierda. Es una construcción compleja, está diferida en el tiempo y nosotros hicimos numerosas experiencias con el ánimo de conducir en este sentido: la más conocida fue el Encuentro de Rosario. No fue posible hacerlo y quedó congelado como una fotografía. En la nueva etapa y con las nuevas contradicciones con el capital agrario –se notará que no digo “campo”– se reitera esta necesidad de una fuerza de centroizquierda, que no sólo abarque al peronismo, sino que integre a los que provenimos de otras culturas políticas.

–En el plano político, Martín Sabbatella advirtió que, en este esquema, la Concertación Plural termina como “satélite del PJ”.

–No, nunca estaríamos en un ámbito donde nuestra participación sea meramente ritual. Tuvimos otras experiencias en el pasado, donde este peligro se corrió: con el Frepaso, por momentos; hicimos el ARI y nos fuimos del ARI; estuvimos en la Alianza y cuando se votó la flexibilización laboral, nos marchamos. No tenemos un estado de sospecha, estamos tranquilos, porque no nos subordinamos. Por eso, lo digo desde ya: no estamos dispuestos a participar de ámbitos donde no tengamos plena autonomía y participación en las determinaciones políticas, sean o no electorales. Sí queremos una fuerza plural que profundice las medidas positivas de este gobierno y tome las muchas medidas positivas que este Gobierno todavía no tomó.

–Los anfitriones en los actos de Kirchner fueron el menemista Alejandro Granados, de Ezeiza, y el duhaldista Hugo Curto, de Tres de Febrero.

–Si hay figuras distantes de nuestra concepción política, son ese tipo de dirigentes del conurbano. Nosotros no estuvimos en la cancha de Almagro. Preferimos a Darío Díaz Pérez, al Barba Gutiérrez, a Darío Giustozzi y a la intendenta de Luján, Graciela Rosso. Pero repito: esto tiene que ver con cómo articula el PJ sus pesos y contrapesos.

Eduardo Sigal

- Titular del Frente Grande, subsecretario de Integración Económica Latinoamericana de la Cancillería.

–¿Qué esperan de Kirchner, después de su asunción en el PJ?

–Una convocatoria a articular el Frente para la Victoria, la construcción del espacio plural, sobre la base de que está muy bien que presida el PJ, pero ha demostrado tener la capacidad para representar un espacio mucho mayor que el del justicialismo.

–¿Qué cambió para que el ex presidente asumiera en el partido peronista?

–Yo creo que reconoció su identidad histórica y la necesidad de que el Partido Justicialista tenga un rol activo y dinámico en este proceso de transformaciones de la Argentina. Que no sólo sean dirigentes dispersos. Su presidencia en el justicialismo se transforma en un especie de ordenadora en una etapa de institucionalización política de la Argentina.

–Sabbatella, Ibarra y Juez plantearon que su decisión es contradictoria con respecto a la idea de la transversalidad.

–Eso es una simplificación. Kirchner tiene fuertes convicciones de carácter plural. Creo que va a combinar su identidad partidaria con una articulación frentista. Esa es la nueva etapa que requiere la Argentina.

–Los ex transversales cuestionan las figuras de Hugo Moyano o Luis D’Elía. ¿Ustedes se sienten cómodos con ellos?

–Ni cómodos ni incómodos. Tenemos que pensar cuál es nuestro rol en esto: somos una fuerza que quiere avanzar en la redistribución de la riqueza, cosa que se está haciendo desde 2003, y hay mucho más por hacer. Hay que transformar las instituciones para que recuperen representatividad y, después, cuando uno tiene un proyecto político y sabe qué país quiere construir, cada personaje ocupa el lugar que la sociedad le va asignando o, incluso, los va haciendo desaparecer...

–¿Cuál es el rol del kirchnerismo no PJ en este espacio?

–Tenemos que encontrar denominadores comunes programáticos y metodológicos, que nos permitan articular una izquierda democrática, que acompañe dinámicamente y con opiniones propias este proceso político que encabeza Cristina Fernández de Kirchner.


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PÁGINA/12
Opinion
Repeticiones
Por Eduardo Aliverti


O en diciembre pasado –e incluso hasta marzo último– había que ser políticamente adivino, o ya había bajo la superficie elementos de una profundidad convulsionante que no se supieron mensurar, ni siquiera de lejos. En todo o en parte, una u otra hipótesis, o ambas, son una explicación probable para tratar de entender cómo se pasó, en mucho menos de lo que canta un gallo, de un país donde la percepción era que no pasaba nada a otro en el que (cierto o no, verosímil o no) parecería que puede pasar cualquier cosa.

Ensayemos una alternativa mixta. Consiste en que al Gobierno le cabría la responsabilidad por lo primero, porque sólo un brujo podría haber estado en condiciones de acertar la suma de impresionantes desaciertos en que incurrió en tan corto lapso. Y al “campo” o movimiento campestre o “gauchocracia” –reciente hallazgo semántico del sociólogo Horacio González– le correspondería el gravamen por lo segundo porque, junto con una oposición de perfiles tétricos que halló en los gauchócratas su sentido de existencia, sacó a relucir lo peor de su propia trayectoria cuando vive su mejor momento histórico. La mixtura también se daría en que unos y otros están atravesados, y potenciados, por componentes culturales que hacen a sus esencias constitutivas y, por lo tanto, no hay manera de que puedan controlar sus esfínteres.

En el orden enunciado, ¿cómo hizo el Gobierno, en un ratito, para poner furiosos a quienes están de fiesta, para resucitar muertos electorales, para abrir varios frentes de conflicto a la vez incluyendo ponerse en contra a pulpos mediáticos a los que benefició, para generar desconcierto creciente entre quienes deberían o podrían ser sus aliados naturales, para tener que recurrir al alquiler del aparato del PJ y así y todo dar idea de que puede llenar a duras penas la Plaza y la cancha de Almagro, para reinstalar el riesgo-país, para reactivar absurdas operaciones y psicosis de corralitos y default y corridas cambiarias? No suena sensato buscar la respuesta –exclusivamente– en una Presidenta de la que tal vez se esperaba mucho más en cuanto a su capacidad de liderazgo y autonomía marital-política, ni en las enormes deficiencias de comunicación. Ese paquete es el efecto de una causa-madre que bien puede encontrarse en un gobierno de cuadros políticos muy reducidos, capaz de haberse creído que le basta(ba) con haber seleccionado algunos enemigos, simbólicos y/o reales, entre los bloques de la clase dominante, para ganarse, si no el fervor, al menos la tranquilidad popular. Entonces y por caso, seigual si se le presta atención o no a que las retenciones agropecuarias sean trabajadas, e informadas, de modo tal de no dejar el campo orégano para que el individualismo de los chacareros de la Federación Agraria quede invitado a la mesa brutal de grandes terratenientes y cadenas agroexportadoras. Y seigual si la táctica de maquillar la inflación, para no retroalimentarla, es sugerida con eficacia o dejada en manos de unos monos con navaja. El kirchnerismo juntó la lógica de conducción capanguesca de la aldea santacruceña con el estilo confrontador de la génesis peronista, consistente en darle carácter de gesta nacional y popular ora a los enfrentamientos circunstanciales con algunos poderes del gran capital u ora, como hizo la rata, a su choque desde la derecha, desde el mismísimo peronismo, contra toda una historia de folklore nacionalista (en la acepción no facha del término). Como sea, largarse a boxear contra Clarín y la Sociedad Rural requiere de mucho más que las tropas de D’Elía, de mucho más que el cuadrazo retórico que es Cristina, de mucho más que los camioneros de Moyano y de mucho más que la positiva reacción de intelectuales, periodistas, académicos y escritores. Si el kirchnerismo es ideológicamente honesto en su pretensión de justicia social, no le queda otra que desplegar lo que llamaríamos “confianza activada” en los sectores populares y en los de clase media que, hoy, no saben dónde pararse cuando ven que sólo se toca a la gauchocracia y no, vaya, a los formadores de precios de la cadena industrial-comercial. Es cierto que el Estado fue desmembrado en su poder regulador de los desequilibrios sociales, pero también es cierto que no puede remembrárselo metiendo mano en un solo sector. Y el Gobierno no da signos de querer afectar más allá de la renta agraria. Lo que hace es bueno para empezar, pero no alcanza para seguir. La derecha argentina, y sobre todo sus referentes campestres aunque ya no sean la oligarquía tradicional, es proverbial en el salvajismo de sus apetencias.

Los K pueden tener, y tienen, todas las insuficiencias ideológicas que se quiera, además de espeluznantes defectos operativos. Pero lo que tienen enfrente da ganas de vomitar. Gente que en nombre de sus chacras habla de que hay una dictadura civil, que se pone la escarapela por una tonelada de soja, que se horroriza por el vestuario presidencial pero no por cómo los agronegocios se copulan a la Argentina. Esa gente. Ese De Angeli que los medios ponen en cadena nacional cada vez que pega cuatro gritos disfónicos, y que como buen gaucho desclasado verbalizó que lo único que le importa es volverse a trabajar a su campito. Esa Carrió, que encontró el sentido de su vida en las predicciones catastrofistas que mezclan la moral del Che Guevara con los intereses de Luciano Miguens. Esas conchetas teflonarias, y esos hijos de sojeros que ocupan el inmobiliario especulativo urbano con la plata que les giran los campestres que dicen que el campo no da más. Esos piqueteros pero blancos, como dijo el vice de la Rural. Esa gente que irrumpe desde el trazado histórico de este país al lado de Roca, de Uriburu, de la Libertadora, de Onganía, de Martínez de Hoz, de Videla, de Menem. Esa gente.

Casi sesenta años después, tomado no desde el nacimiento del peronismo, sino a partir de que los accidentes del peronismo lo colocaron enfrente de bloques que ideológicamente hubieran debido serle afines, parece mentira pero la historia se repite. Habrá que ver si como tragedia o como comedia. Más o menos una mitad de la sociedad, aunque la pasa bien, se abroquela en el disgusto o la irritación por las formas autoritarias de un populismo que no le sienta a su imaginario parisino. Y más o menos la otra mitad, aunque la pasa mal, reconoce que los otros son una opción peor. Todo con matices, claro. La mala noticia es que, por más que a la izquierda del kirchnerismo esté la pared, lo que está a la derecha es mucho más peligroso. La buena es que la derecha es una runfla que no tiene partido. Y la pregunta sería hasta cuándo.