jueves, 5 de junio de 2014

DISCURSO DEL DIPUTADO SOCIALISTA JORGE RIVAS EN ACTO CONMEMORATIVO DE LOS 70 AÑOS DEL ESTATUTO DEL PERIODISTA

Discurso del diputado socialista Jorge Rivas, integrante del bloque del Frente para la Victoria, el jueves 5 de junio de 2014 en el Salón de los Pasos Perdidos de la Cámara de Diputados nacional de Argentina, a 70 años de la creación del Estatuto del Periodista Profesional (Ley 12.908), como preámbulo del Día del Periodista que se conmemora todos los 7 de junio.
"Primero, quiero agradecer a los organizadores por invitarme a participar de estas jornadas. Un periodista, según tengo entendido, es alguien que averigua aquello que el público tiene derecho a saber, y se lo cuenta. Tiene que poder averiguar sin que ningún poder se lo impida, pero tiene que decidir qué es lo que el público tiene derecho a saber y qué cosas pertenecen, por ejemplo, al ámbito de la privacidad de las personas. Suele suceder que lo que el público tiene derecho a saber sea algo que algún poder, no necesariamente el poder político, aunque también él, desea que el público no sepa. El poder político, según está aceptado universalmente por el derecho, debe garantizar a los periodistas la libertad de averiguar lo que deben averiguar. Pero aunque así sea, siempre existe el riesgo de que otros poderes se lo impidan. Un periodista también tiene que saber contar lo que ha averiguado, pero esto es del terreno de la competencia profesional, y por lo tanto no me incumbe. Sin embargo, un periodista también opina sobre la información de actualidad, y a veces su opinión influye significativamente en el imaginario de las personas que lo leen o lo escuchan. Él tiene la obligación de la honradez, de la responsabilidad, de la veracidad. El poder político, por su parte, tiene la obligación de garantizarle su libertad de expresión. Pero aunque así sea, otra vez, siempre existe el riesgo de que otros poderes se lo impidan. Los poderes que se lo impiden, aun en el caso de que un poder político democrático, respetuoso de los derechos, haga todo lo que está a su alcance para garantizar el trabajo de un periodista, son muchos y variados. Parafraseando a Michel Foucault, el poder no se posee, sino que se ejerce en todas las relaciones sociales. En todos los ámbitos hay relaciones de poder. De modo que ningún periodista está a salvo de las presiones, de las trabas, de los impedimentos de algún poder. No importa que en la práctica de su oficio se dedique a la política o a la economía, a los espectáculos, o al deporte, o a las policiales. Algunas veces, esos poderes actúan por la suya, para disuadir, presionar, convencer, corromper, señalar un camino, o hacer callar a un periodista. Pero muchas otras veces, disponen de un aliado eficacísimo para obtener alguno de esos resultados, o todos juntos, respecto de un periodista. Ese aliado es la patronal. Porque los periodistas son trabajadores asalariados que trabajan en una empresa. Por lo menos, lo son la mayoría de ellos. Los hay que gestionan sus propios medios, individualmente o en cooperativas, y ellos tienen que enfrentar otras dificultades, otras carencias, otras presiones. Y hay otros que son capaces de regentear solos sus espacios estelares en televisión, pero tal vez sea más apropiado llamarlos empresarios que periodistas. La mayoría abrumadora, entonces, trabaja para un patrón. Un patrón que tiene sus propios objetivos políticos y económicos, sus propios intereses, sus propios odios personales, además del amor a las ganancias que los constituye como capitalistas. De modo que cuando los periodistas dan batalla a sus patrones por sus derechos como trabajadores, libran una batalla mucho más compleja. Están peleando por sus salarios, por sus horarios de trabajo, por sus días de franco, pero también están peleando por su libertad de expresión, por su derecho a ejercer su oficio con verdadera dignidad, por no terminar sirviendo involuntariamente a una causa cualquiera a la que jamás se sumarían. Todas esas cosas están representadas de algún modo en el Estatuto del Periodista, y todas esas cosas han defendido y defienden los trabajadores de prensa cada vez que se plantan en defensa de ese instrumento legal. Todas esas cosas han estado en peligro cada vez que se intentó suprimirlo, o recortarlo. Pero también, hay que decirlo, ha habido épocas en que todas las normas jurídicas fueron inútiles. Los terroristas de estado, por ejemplo, no necesitaron derogar el Estatuto del Periodista, ni reformarlo, ni recortarlo, entre 1976 y 1983. No, suprimieron a las personas de muchos periodistas, más de cien, a quienes secuestraron, torturaron y asesinaron, como a miles de otros trabajadores y militantes políticos y sociales. Quiero decir con esto, sin el mínimo menoscabo del Estatuto del que hablaba antes, que ninguna ley es suficiente sin democracia, sin gobiernos populares que respeten y defiendan a rajatabla los derechos de los trabajadores. Y también hay periodistas, llamémoslos así provisoriamente, que sirven con descaro los intereses de sus patrones, aun cuando ellos sean terminantemente opuestos a los de sus compañeros de clase. Y se venden, trafican información, inventan fuentes, intoxican con mentiras y con opiniones manipuladoras, con espectáculos y textos que ofenden a la inteligencia y a la honradez. He escuchado a alguno que se llena la boca en un noticiero televisivo con su independencia respecto del gobierno, acusar a todos los políticos por la pobreza de los pobres. Pero ni una mención hacía ni de sus patrones ni de sus avisadores, que, en tanto capitalistas, alguna responsabilidad tienen sobre la pobreza de los pobres. El Estatuto hace bien en no desampararlos en tanto cumplan con los requisitos legales, pero yo puedo permitirme el derecho a no incluirlos en el colectivo integrado por los que llamo periodistas. Resulta difícil hablar de estos temas entre militantes de causas populares, sin rendir homenaje a Rodolfo Walsh o a Enrique Raab, a Eduardo Suárez o a Raymundo Gleyzer, todos ellos periodistas asesinados por la última dictadura cívico militar. Pero también quiero expresar hoy toda mi solidaridad y mi adhesión a todos los trabajadores de prensa que construyen cada día un silencioso pacto de veracidad y honradez con sus lectores o sus oyentes, y que empeñan todas sus fuerzas en comunicar al público lo que averiguan, sin escuchar otra voz que la de su conciencia ni sostener otro compromiso que el que han contraído con sus propios principios.
Por último y para terminar, les quiero dejar una frase de Gabriel García Márquez, "Los periodistas tienen la responsabilidad de buscar siempre la verdad, buscar la imparcialidad, y ser conscientes de que siempre hay otra realidad. Pero cuidado con las apelaciones a la objetividad, porque son las más sospechosas.
Nuevamente muchas gracias"

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