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06/09/2014 Tiempo Argentino - Nota - Claves del mundo
"Se adapta y castiga a su propio pueblo".
» Jorge Rivas | diputado socialista . Bloque Frente para la Victoria .
El cambio comienza ahora", decía el slogan que acompañó la llegada del socialista François Hollande a la presidencia de Francia, hace poco más de dos años. En un país con una extraordinaria historia de lucha social, en la cuna de algunas de las mayores revoluciones políticas del mundo, el fin del oscuro período del régimen conservador que había encarnado Nicolás Sarközy trajo alivio y esperanza.
En la Europa hundida en los efectos de la crisis financiera global, la derecha sólo proponía políticas neoliberales: ajustes, austeridad, destrucción del Estado de Bienestar. El voto popular por el socialismo vino entonces a decir en mayo de 2012 que Francia no se resignaba, y que recuperaba por el contrario sus mejores tradiciones históricas, en contra de la corriente que predominaba en la Comunidad.
A poco de andar, sin embargo, el socialismo francés cambió drásticamente el rumbo que había anunciado en la campaña electoral, y lejos de enfrentar al mundo de las finanzas como había prometido, pareció someterse a los dictados de la canciller alemana Angela Merkel, o de la Comisión Europea.
Si al asumir la presidencia Hollande había hecho nacer en Francia la esperanza de que era posible otra política, al cumplirse un año de mandato ya se mostraba rendido a los mercados. Pero no sólo desertó de su propio programa en lo que se refiere a la política económica.
También abandonó, por ejemplo, cualquier propósito de adoptar una política que favoreciera a la castigada inmigración.
Así fue como en marzo pasado los franceses de izquierda lo castigaron con su voto y la victoria electoral fue para la oposición, cuyos candidatos desalojaron a los socialistas de un centenar y medio de municipalidades. En lugar de reaccionar y volver a las fuentes, Hollande leyó al revés el mensaje de las urnas, acentuó su deriva a la derecha, y designó un primer ministro perteneciente al ala más conservadora del socialismo.
El siguiente paso fue lapidario. Para reducir el déficit, según el requerimiento de las autoridades europeas, impuso un recorte brutal a los subsidios familiares, a la jubilación, a los seguros médicos. La rebelión apareció en sus propias filas. Es que no todos los miembros del Gabinete se resignaban a seguir de ese modo las decisiones de la "derecha alemana".
Así está ahora Francia, con su economía en manos de un ex ejecutivo del banco Rotschild que forma parte de un gobierno presuntamente socialista, sumido en la impopularidad y el desconcierto, mientras el gran capital celebra.
Francia no va contra la corriente. Se adapta y castiga a su propio pueblo. Lo que se dice un país normal, que confía en la mano invisible del mercado. Es probable que algunos sedicentes socialistas que conocemos más de cerca, como Hermes Binner, también estén aplaudiendo.
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TAPA
06/09/2014 Tiempo Argentino - Nota - Claves del mundo - Pag. 1
Claves del mundo Tapa
Tras casi dos años y medio de haberse iniciado, el gobierno de François Hollande transcurre por su pico más bajo de popularidad: 16 por ciento. En el recuerdo quedaron las consignas que lo llevaron al triunfo, esencialmente en políticas económicas (soporta un récord de 3,3 millones de desocupados), inmigración y conflictos armados internacionales.
Ya no sos mi socialista...
"Él se presenta como un hombre que no ama a los ricos. En realidad, el presidente no ama a los pobres". La frase es elocuente. Forma parte del texto del libro “Merci pour ce moment" (Gracias por este momento), escrito por La periodista Valérie Trierweiller, ex mujer del presidente francés. Fue presentado el último jueves.
Escriben y opinan
Facundo Alé, Jorge Rivas, Juan von Zeschau, Manuel Alfieri, Martin Burgos y Oscar González.
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INTERIOR DEL DIARIO > NOTA COMPLETA
06/09/2014 Tiempo Argentino - Nota - Claves del mundo - Pag. 2
el gobierno del partido socialista dejó de lado las promesas de medidas progresistaS
Una caída hacia la derecha
La expectativa que se había generado en 2012 cuando François Hollande asumía en Francia, se convirtió en decepción. Un dato elocuente: su popularidad bajó al 16 por ciento.
» Facundo Alé fale@tiempoargentino.com
Mi enemigo no tiene nombre, no tiene rostro ni partido, nunca presentará su candidatura y jamás será electo; sin embargo, ese enemigo gobierna. Ese adversario es el mundo de las finanzas." Con este mensaje, el 15 de mayo de 2012 el socialista François Hollande llegó a convertirse en el 24º presidente de la historia de Francia.
En un contexto de crisis internacional, y con preponderancia de gobiernos de derecha en el Viejo Continente, el regreso del Partido Socialista al Palacio del Elíseo despertó gran expectativa internacional. Sin embargo, a poco más de un año de asumir, el gobierno dio un giro drástico en su política económica, que se coronó con la aprobación de un severo plan de austeridad, llamado Plan de Responsabilidad Fiscal. Y con la elección de Emmanuel Macron, un hombre del establishment, en la cartera de Economía en remplazo de Arnaud Montebourg, el funcionario que con sus críticas desató una crisis interna en el partido de gobierno que generó la renuncia en pleno del Gabinete y el posterior recambio, anunciado hace unas semanas.
Cuando el PS arribó al poder en 2012, lo hizo con una oferta diferente al discurso hegemónico de una Europa cooptada por propuestas de ajuste.
"Mantener las políticas de austeridad condenan a Europa a la explosión, no sólo a la recesión", dijo por ese entonces Hollande, quien en ese momento había presentado un proyecto para poner en marcha un plan de crecimiento en la Eurozona que incluía la inyección de 120 mil millones de euros que saldrían de los fondos de la Unión Europea (UE) y el Banco Europeo de Inversiones (BEI). Sin embargo, esta postura duró poco.
"Cuando asumió Hollande dijo haber entendido la 'voluntad de cambio' del pueblo francés, pero poco tardó en renegar de sus promesas y alinearse con la troika, que en los hechos gobierna Europa y la lleva hacia la debacle política y el estancamiento económico", aseguró Oscar González, ex secretario general del Partido Socialista argentino y actual miembro de la mesa nacional de Socialistas para la Victoria.
Y es que luego de despotricar en reiteradas oportunidades contra la "fatal austeridad", Hollande cambió sorpresivamente de rumbo y decidió alinearse con Merkel, a quien la cúpula del socialismo francés tildó como "la canciller de la austeridad".
Para justificar este cambio de rumbo, el presidente galo dijo que lo hacía para "transmitir a Europa confianza en su futuro". Sin embargo, este giro en su política económica le trajo graves consecuencias al interior de su partido, cuando un importante grupo de diputados socialistas puso en jaque la unidad partidaria luego de que el primer ministro, Manuel Valls, impulsara un severo plan de ajuste. Este programa llevó el nombre de Pacto de Responsabilidad y consistió en la reducción del gasto público en unos 50 mil millones de euros y la decisión de eximir a las empresas de aportar al Estado otros 30 mil millones de euros por las cargas familiares de sus empleados entre 2015 y 2017, con el supuesto compromiso empresario de crear nuevos puestos de trabajo y generar inversiones.
El economista del Centro Cultural de la Cooperación, Martín Burgos, quien vivió durante 20 años en Francia, criticó la decisión de "reducir los impuestos a los empresarios con el supuesto propósito de recuperar el crecimiento, en un contexto de falta de crecimiento, ya que durante siete años este país no creció".
La decisión de Valls generó un fuerte rechazo en el ala izquierda del PS, que tildó a Hollande de "deambular con la biblia liberal en la mano derecha". El volantazo del presidente francés, sumado a un mal rendimiento económico, explican la fuerte caída en la imagen de Hollande, que con un 16% de popularidad tiene el índice más bajo de aceptación para un mandatario en los últimos 50 años.
Durante la gestión socialista, Francia arribó a un desempleo récord con 3,3 millones de desocupados.
Según un trabajo del Instituto Nacional de Estudios Estadísticos de Francia, las mujeres y los jóvenes son los más perjudicados por el deterioro de las condiciones laborales en el país galo. Entre las mujeres que trabajan, el 30% lo hace en empleos de medio tiempo y entre los menores de 25 años la tasa de desempleo aumentó de 6,8 al 23,9% entre 1975 y 2013, y la mitad de ellos está em empleada con contratos precarios.
INMIGRANTES. Otro de los temas que marcaron la gestión de Hollande tuvo que ver con los inmigrantes.
Cuando asumió, el mandatario prometió luchar "contra el racismo y el antisemitismo". Sin embargo, tiempo después, el gobierno socialista se alineó con las propuestas del ultraconservador Frente Nacio Nacional liderado por Marine Le Pen, y avanzó contra la población gitana.
Todo comenzó con la expulsión de una estudiante de 15 años de origen kosovar llamada Leonarda Dibrani, que fue expulsada porque su familia no tenía documentos. "La mayoría (de los gitanos) deben ser llevados hasta la frontera (?) Nuestro papel no es acoger a estas poblaciones", de- claró Valls, quien por entonces era ministro del Interior. El resultado fue que sólo en 2013 Francia echó a 5000 gitanos de asentamientos ilegales en los alrededores de distintas ciudades.
CONFLICTOS ARMADOS. En este aspecto también es notable el cambio de marcha de Hollande. Cuando arribó al poder, el presidente socialista tuvo un fuerte mensaje antibelicista que incluyó planes para un pronto retiro de las tropas francesas en Afganistán. Sin embargo, todo quedó atrás cuando el año pasado el presidente decidió que sus tropas debían invadir la República de Mali con el argumento de controlar a grupos rebeldes islámicos que buscaban dominar al país africano.
"El giro de Hollande expresa el curioso destino de ciertas presuntas izquierdas con 'sentido de realidad', que en Europa, y en Argentina también, terminan asumiendo el discurso y, sobre todo, la defensa de los intereses del gran capital para ganar la aceptación del establishment corporativo, el gran capital y sus voceros de la 'prensa seria'", concluyó Oscar González. «
Desde la asunción del PS en 2012, la desocupación creció hasta llegar al récord de 3,3 millones de desocupados. También aumentó el empleo precario.
"El giro de Hollande expresa el curioso destino de ciertas presuntas izquierdas con 'sentido de realidad'" (Oscar González, del PS de la Argentina).
Durmiendo con el enemigo
La periodista Valérie Trierweiller, ex mujer del presidente francés François Hollande, publicó el jueves pasado un libro donde cuenta detalles de su relación con el mandatario y revela, entre otras cosas, que el líder socialista detesta a los pobres. En pocas horas Merci pour ce moment (Gracias por este momento) se convirtió en un fenómeno de venta y desató un revuelo político en Francia.
En el libro, la ex primera dama de 49 años cuenta una situación que podría poner un manto de sospecha sobre la línea ideológica de Hollande. "Él se presenta como un hombre que no ama a los ricos. En realidad, el presidente no ama a los pobres.
Él, un hombre de izquierda, les dice en privado 'los desdentados', muy confiado en su sentido del humor", revela la periodista en su libro, donde describe al presidente francés como "un pequeño burgués de provincia".
Esta frase generó una gran cantidad de respuestas en las redes sociales, donde miles de franceses se fotografiaron con sus dientes pintados de negro para aparentar estar desdentados. Este movimiento de "Sin dientes" está conformado por agrupaciones de izquierda, conservadoras, nacionalistas u organizaciones LGBT (minorías de género), que rápidamente buscaron aprovechar el potencial de la frase del presidente. Lo mismo hizo la gran mayoría de los diarios franceses, que se hicieron eco de la situación.
El diario económico Les Echos, por ejemplo, calificó la publicación como el "golpe de gracia" para Hollande y aseguró que la frase "les sans-dents" (los desdentados), "será difícil de olvidar y promete marcar su gobierno".
Además, Trierweiller, que fue pareja de Hollande durante nueve años y cuyo libro vendió más de 200 mil ejemplares, asegura que el mandatario es un "cínico, egoísta, carente de sensibilidad, táctico y calculador".
Desde el gobierno, el que hizo mención al tema fue el primer ministro, Manuel Valls. "Es un ataque, pido dignidad y respeto por la figura presidencial. La mezcla de la vida pública y privada rebaja el debate", concluyó el premier.
MIRADA I
se adapta y castiga a su propio pueblo
» Jorge Rivas | diputado socialista . Bloque Fre nte para la Victoria .
El cambio comienza ahora", decía el slogan que acompañó la llegada del socialista François Hollande a la presidencia de Francia, hace poco más de dos años. En un país con una extraordinaria historia de lucha social, en la cuna de algunas de las mayores revoluciones políticas del mundo, el fin del oscuro período del régimen conservador que había encarnado Nicolás Sarközy trajo alivio y esperanza.
En la Europa hundida en los efectos de la crisis financiera global, la derecha sólo proponía políticas neoliberales: ajustes, austeridad, destrucción del Estado de Bienestar. El voto popular por el socialismo vino entonces a decir en mayo de 2012 que Francia no se resignaba, y que recuperaba por el contrario sus mejores tradiciones históricas, en contra de la corriente que predominaba en la Comunidad.
A poco de andar, sin embargo, el socialismo francés cambió drásticamente el rumbo que había anunciado en la campaña electoral, y lejos de enfrentar al mundo de las finanzas como había prometido, pareció someterse a los dictados de la canciller alemana Angela Merkel, o de la Comisión Europea.
Si al asumir la presidencia Hollande había hecho nacer en Francia la esperanza de que era posible otra política, al cumplirse un año de mandato ya se mostraba rendido a los mercados. Pero no sólo desertó de su propio programa en lo que se refiere a la política económica.
También abandonó, por ejemplo, cualquier propósito de adoptar una política que favoreciera a la castigada inmigración.
Así fue como en marzo pasado los franceses de izquierda lo castigaron con su voto y la victoria electoral fue para la oposición, cuyos candidatos desalojaron a los socialistas de un centenar y medio de municipalidades. En lugar de reaccionar y volver a las fuentes, Hollande leyó al revés el mensaje de las urnas, acentuó su deriva a la derecha, y designó un primer ministro perteneciente al ala más conservadora del socialismo.
El siguiente paso fue lapidario. Para reducir el déficit, según el requerimiento de las autoridades europeas, impuso un recorte brutal a los subsidios familiares, a la jubilación, a los seguros médicos. La rebelión apareció en sus propias filas. Es que no todos los miembros del Gabinete se resignaban a seguir de ese modo las decisiones de la "derecha alemana".
Así está ahora Francia, con su economía en manos de un ex ejecutivo del banco Rotschild que forma parte de un gobierno presuntamente socialista, sumido en la impopularidad y el desconcierto, mientras el gran capital celebra.
Francia no va contra la corriente. Se adapta y castiga a su propio pueblo. Lo que se dice un país normal, que confía en la mano invisible del mercado. Es probable que algunos sedicentes socialistas que conocemos más de cerca, como Hermes Binner, también estén aplaudiendo.
Gitanos - La política inmigratoria de actual gobierno es muy criticada.
MIRADA II
el faro socialista que se apagó
» Juan von Zeschau | Investigador INAP
Hollande ya no es más el esperanzador faro socialista en el mar neoliberal europeo. Quizás nunca lo fue. Eludió siempre el principal debate, el que terminaría quebrando su coalición de gobierno ¿Debe Francia aceptar la globalización en los términos ortodoxos que imponen Bruselas y Berlín? La pregunta no es superflua: es acerca del grado de soberanía que debe (o no) conservar el Estado Nación francés.
Hollande no quiso abrir ese debate.
Durante la campaña, prefirió actuar su natural y cómodo rol de tibio hombre de consenso. Luego de ser electo, demostró que su popularidad se basaba en el efímero y frágil hecho de que no era Sarkozy. Cercado por la recesión, el desempleo creciente, y, fundamentalmente, por la falta de claridad en su programa político, Hollande cedió ante las presiones de Merkel y decidió la victoria del ala más liberal de su partido. Ahora, la europeización debe ser aceptada. Y en los términos de Alemania. La coalición anti-austeridad encabezada por París, duró pocos meses.
Una concesión a Hollande. Los límites a una política de centro izquierda son, en Europa, infranqueables. Los gobiernos socialistas, inevitablemente generan decepción y defraudan a sus electores y militantes. Las soluciones más extremas –devaluación competitiva, emisión, políticas anticíclicas- implican decisiones que ningún gobernante europeo está dispuesto a llevar adelante una vez que llega al poder, ya que la hegemonía liberal pro-europeísta y la situación socioeconómica no ofrecen un escenario maduro –por ahora- a una salida rupturista.
Seamos claros. Europa no vive una crisis económica terminal. Los gobiernos todavía tienen resto para seguir recortando derechos y beneficios de los trabajadores sin llegar en el mediano plazo al borde del abismo.
La crisis es, básicamente, política. De creatividad política, acaso. De falta de ideas novedosas. Un vaciamiento del discurso progresista, que una vez que accede al poder, defrauda. Y de un repetir de recetas ortodoxas rancias, del otro lado del abanico ideológico.
Por eso las explosiones de los nacionalismos locales (Escocia, Cataluña, Liga Norte). O el recibimiento a brazos abiertos del discurso de derecha pero profundamente nacional de Le Pen.
Son todas respuestas a la mediocridad árida de los discursos políticos tradicionales. Europa está quedando huérfana de liderazgos.
Con la legitimidad en niveles insostenibles, Hollande necesita ahora el apoyo de la superestructura europea (BCE, Comisión Europea, Berlín) para poder llevar a cabo políticas de austeridad en extremo impopulares.
La designación de Macron es, en resumen, la ratificación de ese acuerdo.
Hollande inaugura, con ese paso, un Frankenstein político de dudosa permanencia en el tiempo: el “socioliberalismo”, alquimia que combina socialismo y liberalismo.
Tanto Le Pen como Montebourg –el ahora ex ministro– denuncian la capitulación ante los dictados de Berlín, y el abandono definitivo de una política económica autónoma.
Por derecha e izquierda, ambos se preguntan para qué son necesarias las elecciones si la política económica francesa se termina decidiendo desde un despacho en Berlín.
Porque si la legitimidad no la brinda el voto de los franceses ¿cuál es entonces la fuente del poder de los gobernantes? ¿A quién rinden cuentas?
Buenas relaciones - Otra de las sorpresas del gobierno de Hollande: los acuerdos ideológicos con la administración de la canciller alemana Angela Merkel.
Conflictos - De un fuerte mensaje antibelicista al envío de tropas a Mali.
Tirada: 5000 Difusión: 20000 |
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