JORGE RIVAS EN TIEMPO ARGENTINO: «La historia ha cambiado, hoy el pueblo sí sabe de qué se trata.» Jorge Rivas Diputado socialista
25/05/2015 Tiempo Argentino - Nota - Argentina - Pag. 3
El sable que "liberó a medio continente" ya está en el Museo Histórico Nacional
Así lo definió la presidenta, que ayer depositó la mítica espada de San Martín en una sala especialmente acondicionada, donde podrá ser visitada por todo el público. Por la mañana, una escolta de Granaderos a caballo acompañó a la cureña que trasladó al arma de Palermo a Parque Lezama. "No la quiso empuñar contra sus compatriotas", recordó Cristina Fernández.
Martín Piqué > @MartinPique
El granadero traía el sable corvo de José de San Martín apoyado sobre sus antebrazos. Había ingresado al Museo Histórico Nacional desde el Parque Lezama. Imperturbable, el soldado miraba hacia un punto fijo en el horizonte mientras se aproximaba a la alfombra roja. A unos metros esperaba la presidenta Cristina Fernández, de tapado combinado entre gris y marrón. La escena reflejaba el momento exacto en que la tropa que había fundado el propio San Martín –sus granaderos- devolvían la espada del prócer al lugar que correspondía: el museo de la calle Defensa al 1600, hoy dependiente del Ministerio de Cultura. La devolución del arma –Aníbal Fernández lo llamó "alfanje turco", la locutora oficial lo definió como un "sable morisco"– buscó cerrar simbólicamente un círculo de desencuentros entre el Ejército, alguna vez convertido en Partido Militar de la oligarquía, y el movimiento político mayoritario de los últimos 70años. Mientras el peronismo estuvo proscripto, en los años de la Resistencia y con su líder exiliado, la juventud peronista se apropió dos veces del arma de San Martín: en 1963 y 1965.
La intención era llevárselo a Perón.
Desde aquellos episodios, el sable había permanecido empotrado en una bóveda con vidrio blindado del regimiento de Granaderos.
"Hemos decidido trasladarlo al Museo Histórico Nacional. Quedará en exhibición permanente bajo custodia de los Granaderos a Caballo para que todos y todas puedan conocer el célebre sable corvo de de San Martín", señaló más tarde la jefa de Estado, a través de las redes sociales, además de destacar el valor de "la espada que liberó a medio continente".
El retorno de la espada al Museo -una bella casona de color borravino (característico del poncho salteño) con ornamentos blancos, que hasta 1897 fue la residencia del acaudalado comerciante José Gregorio Lezama, nacido en Salta- implica además un capítulo de apego estricto a la verdad histórica. Según el deseo de los últimos herederos legítimos del sable, la familia Terrero, el arma de caballería que San Martín había comprado de segunda mano en Londres y que lo acompañó durante toda la guerra de independencia por Argentina, Chile y Perú, debía pasar a formar parte del patrimonio del museo. La espada había llegado a los Terrero porque el mismísimo Juan Manuel de Rosas se la legó en 1862 a su amigo y consuegro Juan Nepomuceno Terrero. Y Rosas la había recibido como galardón casi veinte años antes, por indicación del propio San Martín al firmar su testamento, fechado en París el 23 de enero de 1844.
La saga del sable corvo –su derrotero, las idas y vueltas propias de los conflictos civiles del país- encontró su desenlace en un contexto bastante particular. Si en otro tiempo la decisión de cumplir con el deseo de los herederos de Rosas, últimos propietarios de la reliquia histórica, podría haberse concretado en medio de la indiferencia y el desinterés, el panorama que se vio ayer fue bien distinto. El dato más emotivo fue el contagioso entusiasmo de los niños.
Desde el boom del canal de TV infantil Pakapaka, con los personajes de la animación Zamba, entre los que San Martín es un personaje de voz grave adorado por los pibes, los chicos en edad escolar adoptaron al Libertador como uno de sus héroes preferidos. Y muchos se familiarizaron con sus hazañas.
En los alrededores del Museo Histórico Nacional se veían familias con sus hijos que levantaban por el aire espadas de cartulina. Los niños vestían el morrión azul y la chaqueta de los granaderos.
La llegada del granadero con la espada de San Martín y su ingreso al patio del museo terminó con la ansiedad de muchos de los presentes.
Algunas expectativas se vieron frustradas porque la presidenta, al recibir al soldado, no tomó el arma con sus manos: se limitó a observar todo con los brazos pegados al cuerpo, casi en posición de firmes, y a acompañar a paso lento la caminata hacia el interior de la casona, en el sector de sables. Erguida, escoltada por una mujer con uniforme del regimiento de Granaderos, Cristina se acercó hasta la vitrina reforzada mientras una cámara transmitía en vivo todos sus gestos. Entonces sí, en dos movimientos, la presidenta tomó la espada del prócer y la colocó dentro del cubículo de vidrio, sobre un soporte.
Luego hizo lo mismo con la vaina. La hoja curva que blandió San Martín, con su empuñadura con arabescos y su acero forjado en Damasco, era especialmente apta para las cargas de caballería. En los considerandos del decreto presidencial 843/2015, a través del cual ordenó el regreso del sable a su lugar de exhibición original, la mandataria recordó que el arma había acompañado al libertador durante todas las batallas por la emancipación de tres naciones sudamericanas.
El sable quedó expuesto entre las espadas que utilizaron otras figuras recordadas de la historia argentina. A la izquierda se exhiben las armas de Manuel Belgrano y Manuel Dorrego; a la derecha las de Rosas y del almirante Guillermo Brown. En otras salas del museo se pueden ver dos ponchos bordados que utilizó San Martín al cruzar los Andes, una casaca militar con doble botonera de color blanco que también vistió al frente de sus soldados, más la caja de madera que guardaba su espada y la vaina, que quedó vacía tras la decisión de trasladar el sable al regimiento de Granaderos, en 1966, durante la dictadura de Juan Carlos Onganía. La coincidencia en la misma sala de exposición de las armas de San Martín y Rosas podría asimilarse a una parábola histórica. Eso deslizaban algunos funcionarios, como el ministro de Defensa, Agustín Rossi, y el jefe de gabinete, Aníbal Fernández. Ambos se hicieron un tiempo para recorrer los salones del museo. "No nos olvidemos que el sable corvo de San Martín lo acompaña también a Rosas en su exilio. Es por una decisión de la familia de Rosas que el sable es donado a la Nación Argentina y cedido al Museo Histórico Nacional. Después, por diferentes circunstancias, hace 50 años, se decidió que estuviese en Granaderos. Y ahora, la presidenta, en una decisión más que acertada, decidió reponerlo al predio de exhibición original pero mantenerle la custodia al regimiento de Granaderos", señaló Rossi. "La realidad es que este sable, o mejor dicho este alfanje turco, le pertenece al pueblo. Y había que devolvérselo al pueblo y al lugar que correspondía: un museo nacional custodiado por los Granaderos a caballo, como corresponde, con todas las garantías de que no vuelva a suceder nada. Al sable San Martín lo compra en 1811 en Londres, de segunda mano. Esta jornada, que ha sido muy intensa, nos demuestra que la sociedad no se desprende de lo que le pertenece", se explayó Fernández, en diálogo con Tiempo.
El jefe de gabinete y precandidato a gobernador también recordó que San Martín nunca aceptó utilizar su espada y sus capacidades militares en los conflictos internos del país. "El cardenal primado de la Argentina (por Mario Poli) hoy le dio un beso al sable delante de la Catedral en reconocimiento, en aprecio, de que nunca ha sido alzado contra otro argentino", subrayó.
Fernández y Rossi formaron parte de la nutrida delegación oficial que acompañó a la presidenta en la recepción del sable corvo. En primera Familia Cristina, saludando a un niño vestido para la ocasión. Ayer, una multitud acompaño a la cureña en su viaje.
presidencia tiemp o argentino fila, separados por la figura de Rossi y luego del vice Amado Boudou, estuvieron los dos precandidatos presidenciales del FPV: Daniel Scioli y Florencio Randazzo. Cerca de ellos se pudo ver al secretario legal y técnico, Carlos Zannini; al diputado y dirigente de La Cámpora Andrés Larroque; al historiador Pacho O’Donnell; al senador Juan Manuel Abal Medina; y al flamante titular del Sedronar, el abogado Gabriel Lerner, entre muchos otros.
Del otro lado de las vallas, entre banderas y humo de comida al paso, una multitud ruidosa y alegre presenció el paso de los Granaderos a caballo con canciones y consignas. Hubo gritos de aliento –muchas mujeres mayores de 50- para "Aníbal" y "Randazzo".
La gente intentaba sacudirse el frío moviéndose al compás de los cantitos.
"Patria sí/ colonia no", se escuchó cuando el sable llegó a su destino.
Antes de llegar al Parque Lezama, el cortejo con la espada de San Martín cruzó media ciudad. Había partido desde la zona de Las Cañitas, con una parada especial frente a la Catedral para que el arzobispo Poli bendijera el arma. Aunque la presidenta no habló durante la recepción del sable, anoche deslizó algunas impresiones a través de las redes sociales. "Custodiado por los Granaderos y el pueblo, el sable vuelve al Museo Histórico", festejó. También recordó que ahora el arma está en "el lugar que resguarda los tesoros de nuestro pasado".
El sable de San Martín regresó ayer al Museo Histórico Nacional, luego de 48 años de un largo derrotero.
Tras su retiro, San Martín había legado el arma a Juan Manuel de Rosas. En 1896, "Manuelita" Rosas accedió a donarlo al Museo.
En 1967, luego de varias sustracciones por parte de la militancia peronista, el sable llegó al Regimiento de Granaderos a Caballo.
La jefa de Estado recibió el sable en el patio del museo. Luego, en el interior, se ocupó en persona de depositar el arma y su vaina en una vitrina reforzada.
El sable quedó expuesto entre las espadas que utilizaron otras figuras recordadas de la historia argentina, como Belgrano y Dorrego.
En los alrededores del museo se veían familias con sus hijos que levantaban por el aire espadas de cartulina. Los niños vestían la chaqueta de los Granaderos.
«La historia ha cambiado, hoy el pueblo sí sabe de qué se trata.» Jorge Rivas Diputado socialista
El sable que "liberó a medio continente" ya está en el Museo Histórico Nacional
Así lo definió la presidenta, que ayer depositó la mítica espada de San Martín en una sala especialmente acondicionada, donde podrá ser visitada por todo el público. Por la mañana, una escolta de Granaderos a caballo acompañó a la cureña que trasladó al arma de Palermo a Parque Lezama. "No la quiso empuñar contra sus compatriotas", recordó Cristina Fernández.
Martín Piqué > @MartinPique
El granadero traía el sable corvo de José de San Martín apoyado sobre sus antebrazos. Había ingresado al Museo Histórico Nacional desde el Parque Lezama. Imperturbable, el soldado miraba hacia un punto fijo en el horizonte mientras se aproximaba a la alfombra roja. A unos metros esperaba la presidenta Cristina Fernández, de tapado combinado entre gris y marrón. La escena reflejaba el momento exacto en que la tropa que había fundado el propio San Martín –sus granaderos- devolvían la espada del prócer al lugar que correspondía: el museo de la calle Defensa al 1600, hoy dependiente del Ministerio de Cultura. La devolución del arma –Aníbal Fernández lo llamó "alfanje turco", la locutora oficial lo definió como un "sable morisco"– buscó cerrar simbólicamente un círculo de desencuentros entre el Ejército, alguna vez convertido en Partido Militar de la oligarquía, y el movimiento político mayoritario de los últimos 70años. Mientras el peronismo estuvo proscripto, en los años de la Resistencia y con su líder exiliado, la juventud peronista se apropió dos veces del arma de San Martín: en 1963 y 1965.
La intención era llevárselo a Perón.
Desde aquellos episodios, el sable había permanecido empotrado en una bóveda con vidrio blindado del regimiento de Granaderos.
"Hemos decidido trasladarlo al Museo Histórico Nacional. Quedará en exhibición permanente bajo custodia de los Granaderos a Caballo para que todos y todas puedan conocer el célebre sable corvo de de San Martín", señaló más tarde la jefa de Estado, a través de las redes sociales, además de destacar el valor de "la espada que liberó a medio continente".
El retorno de la espada al Museo -una bella casona de color borravino (característico del poncho salteño) con ornamentos blancos, que hasta 1897 fue la residencia del acaudalado comerciante José Gregorio Lezama, nacido en Salta- implica además un capítulo de apego estricto a la verdad histórica. Según el deseo de los últimos herederos legítimos del sable, la familia Terrero, el arma de caballería que San Martín había comprado de segunda mano en Londres y que lo acompañó durante toda la guerra de independencia por Argentina, Chile y Perú, debía pasar a formar parte del patrimonio del museo. La espada había llegado a los Terrero porque el mismísimo Juan Manuel de Rosas se la legó en 1862 a su amigo y consuegro Juan Nepomuceno Terrero. Y Rosas la había recibido como galardón casi veinte años antes, por indicación del propio San Martín al firmar su testamento, fechado en París el 23 de enero de 1844.
La saga del sable corvo –su derrotero, las idas y vueltas propias de los conflictos civiles del país- encontró su desenlace en un contexto bastante particular. Si en otro tiempo la decisión de cumplir con el deseo de los herederos de Rosas, últimos propietarios de la reliquia histórica, podría haberse concretado en medio de la indiferencia y el desinterés, el panorama que se vio ayer fue bien distinto. El dato más emotivo fue el contagioso entusiasmo de los niños.
Desde el boom del canal de TV infantil Pakapaka, con los personajes de la animación Zamba, entre los que San Martín es un personaje de voz grave adorado por los pibes, los chicos en edad escolar adoptaron al Libertador como uno de sus héroes preferidos. Y muchos se familiarizaron con sus hazañas.
En los alrededores del Museo Histórico Nacional se veían familias con sus hijos que levantaban por el aire espadas de cartulina. Los niños vestían el morrión azul y la chaqueta de los granaderos.
La llegada del granadero con la espada de San Martín y su ingreso al patio del museo terminó con la ansiedad de muchos de los presentes.
Algunas expectativas se vieron frustradas porque la presidenta, al recibir al soldado, no tomó el arma con sus manos: se limitó a observar todo con los brazos pegados al cuerpo, casi en posición de firmes, y a acompañar a paso lento la caminata hacia el interior de la casona, en el sector de sables. Erguida, escoltada por una mujer con uniforme del regimiento de Granaderos, Cristina se acercó hasta la vitrina reforzada mientras una cámara transmitía en vivo todos sus gestos. Entonces sí, en dos movimientos, la presidenta tomó la espada del prócer y la colocó dentro del cubículo de vidrio, sobre un soporte.
Luego hizo lo mismo con la vaina. La hoja curva que blandió San Martín, con su empuñadura con arabescos y su acero forjado en Damasco, era especialmente apta para las cargas de caballería. En los considerandos del decreto presidencial 843/2015, a través del cual ordenó el regreso del sable a su lugar de exhibición original, la mandataria recordó que el arma había acompañado al libertador durante todas las batallas por la emancipación de tres naciones sudamericanas.
El sable quedó expuesto entre las espadas que utilizaron otras figuras recordadas de la historia argentina. A la izquierda se exhiben las armas de Manuel Belgrano y Manuel Dorrego; a la derecha las de Rosas y del almirante Guillermo Brown. En otras salas del museo se pueden ver dos ponchos bordados que utilizó San Martín al cruzar los Andes, una casaca militar con doble botonera de color blanco que también vistió al frente de sus soldados, más la caja de madera que guardaba su espada y la vaina, que quedó vacía tras la decisión de trasladar el sable al regimiento de Granaderos, en 1966, durante la dictadura de Juan Carlos Onganía. La coincidencia en la misma sala de exposición de las armas de San Martín y Rosas podría asimilarse a una parábola histórica. Eso deslizaban algunos funcionarios, como el ministro de Defensa, Agustín Rossi, y el jefe de gabinete, Aníbal Fernández. Ambos se hicieron un tiempo para recorrer los salones del museo. "No nos olvidemos que el sable corvo de San Martín lo acompaña también a Rosas en su exilio. Es por una decisión de la familia de Rosas que el sable es donado a la Nación Argentina y cedido al Museo Histórico Nacional. Después, por diferentes circunstancias, hace 50 años, se decidió que estuviese en Granaderos. Y ahora, la presidenta, en una decisión más que acertada, decidió reponerlo al predio de exhibición original pero mantenerle la custodia al regimiento de Granaderos", señaló Rossi. "La realidad es que este sable, o mejor dicho este alfanje turco, le pertenece al pueblo. Y había que devolvérselo al pueblo y al lugar que correspondía: un museo nacional custodiado por los Granaderos a caballo, como corresponde, con todas las garantías de que no vuelva a suceder nada. Al sable San Martín lo compra en 1811 en Londres, de segunda mano. Esta jornada, que ha sido muy intensa, nos demuestra que la sociedad no se desprende de lo que le pertenece", se explayó Fernández, en diálogo con Tiempo.
El jefe de gabinete y precandidato a gobernador también recordó que San Martín nunca aceptó utilizar su espada y sus capacidades militares en los conflictos internos del país. "El cardenal primado de la Argentina (por Mario Poli) hoy le dio un beso al sable delante de la Catedral en reconocimiento, en aprecio, de que nunca ha sido alzado contra otro argentino", subrayó.
Fernández y Rossi formaron parte de la nutrida delegación oficial que acompañó a la presidenta en la recepción del sable corvo. En primera Familia Cristina, saludando a un niño vestido para la ocasión. Ayer, una multitud acompaño a la cureña en su viaje.
presidencia tiemp o argentino fila, separados por la figura de Rossi y luego del vice Amado Boudou, estuvieron los dos precandidatos presidenciales del FPV: Daniel Scioli y Florencio Randazzo. Cerca de ellos se pudo ver al secretario legal y técnico, Carlos Zannini; al diputado y dirigente de La Cámpora Andrés Larroque; al historiador Pacho O’Donnell; al senador Juan Manuel Abal Medina; y al flamante titular del Sedronar, el abogado Gabriel Lerner, entre muchos otros.
Del otro lado de las vallas, entre banderas y humo de comida al paso, una multitud ruidosa y alegre presenció el paso de los Granaderos a caballo con canciones y consignas. Hubo gritos de aliento –muchas mujeres mayores de 50- para "Aníbal" y "Randazzo".
La gente intentaba sacudirse el frío moviéndose al compás de los cantitos.
"Patria sí/ colonia no", se escuchó cuando el sable llegó a su destino.
Antes de llegar al Parque Lezama, el cortejo con la espada de San Martín cruzó media ciudad. Había partido desde la zona de Las Cañitas, con una parada especial frente a la Catedral para que el arzobispo Poli bendijera el arma. Aunque la presidenta no habló durante la recepción del sable, anoche deslizó algunas impresiones a través de las redes sociales. "Custodiado por los Granaderos y el pueblo, el sable vuelve al Museo Histórico", festejó. También recordó que ahora el arma está en "el lugar que resguarda los tesoros de nuestro pasado".
El sable de San Martín regresó ayer al Museo Histórico Nacional, luego de 48 años de un largo derrotero.
Tras su retiro, San Martín había legado el arma a Juan Manuel de Rosas. En 1896, "Manuelita" Rosas accedió a donarlo al Museo.
En 1967, luego de varias sustracciones por parte de la militancia peronista, el sable llegó al Regimiento de Granaderos a Caballo.
La jefa de Estado recibió el sable en el patio del museo. Luego, en el interior, se ocupó en persona de depositar el arma y su vaina en una vitrina reforzada.
El sable quedó expuesto entre las espadas que utilizaron otras figuras recordadas de la historia argentina, como Belgrano y Dorrego.
En los alrededores del museo se veían familias con sus hijos que levantaban por el aire espadas de cartulina. Los niños vestían la chaqueta de los Granaderos.
«La historia ha cambiado, hoy el pueblo sí sabe de qué se trata.» Jorge Rivas Diputado socialista
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«El mejor homenaje que recibió hoy el Libertador es la multitud en la calle.» Eduardo "Wado" De Pedro Secretario general de la Presidencia
Familia Cristina, saludando a un niño vestido para la ocasión. Ayer, una multitud acompaño a la cureña en su viaje.
El jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, señaló: "La verdad es que este sable le pertenece al pueblo y había que devolvérselo."
Reparación Los Granaderos, el regimiento creado por San Martín para la gesta independentista, trasladaron el arma.
Familia Cristina, saludando a un niño vestido para la ocasión. Ayer, una multitud acompaño a la cureña en su viaje.
El jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, señaló: "La verdad es que este sable le pertenece al pueblo y había que devolvérselo."
Reparación Los Granaderos, el regimiento creado por San Martín para la gesta independentista, trasladaron el arma.
Tirada: 5000 Difusión: 20000 |
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