Compañeros:
Es muy grato para mí estar aquí con ustedes, en este merecido homenaje.
Desde que nos integramos al proyecto nacional, popular y democrático que conducía entonces Néstor Kirchner, sabíamos que el recorrido que nos proponíamos iba a ser muy difícil. Que los privilegiados de nuestra sociedad iban a poner en el camino todas las piedras que pudieran. Néstor era, tal vez, el que con mayor claridad lo veía.
Y sucedió de manera particularmente dura cuando los rentistas y las patronales agrarias casi paralizaron el país en contra de las retenciones móviles sobre la exportación de algunos granos. Fue un alzamiento destituyente en toda la línea, que hasta contó con la complicidad del mismísimo vicepresidente de la República, hoy candidato que presume, como los demás, de honrado republicanismo.
Superamos ese escollo y seguimos adelante. Y sancionamos la ley de Medios, que debió ser un golpe democrático al plexo del monopolio comunicacional más poderoso de la Argentina. Ahí apareció con toda claridad la alianza entre el sector más reaccionario del Poder Judicial y las grandes corporaciones. De hecho aún no hemos podido aplicar realmente esa ley, aprobada no solo por el Congreso, sino por la enorme mayoría de la sociedad, precisamente porque el monopolio la frena desde los juzgados amigos, asociados, subordinados.
Pero seguimos adelante, y nuestros adversarios han persistido en su actitud. No me propongo enumerar aquí todas las operaciones mediáticas, judiciales, financieras, del poder de facto a las que les cabe a la perfección el calificativo de destituyente. La alusión tenía el propósito de poner en contexto este presente, en el que el conjunto de fuerzas de la reacción se ha nucleado en torno de lo que la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha llamado el Partido Judicial, y que ha tenido su bautismo público el 18 de febrero, con el vil pretexto de la muerte dudosa de un fiscal más dudoso todavía.
Estamos a solo diez meses de las elecciones generales, y la derecha se juega a fondo para impedir que el proyecto nacional y popular gane otro período de gobierno. Desean que el gobierno de Cristina termine ya, por el medio que sea. Pero si no consiguen ese artero propósito, al menos se proponen que la figura de la Presidenta llegue a octubre tan desgastada, tan esmerilada por falsas acusaciones, y calumnias, que al candidato del Frente para la Victoria le resulte imposible el triunfo electoral. Uno de sus más calificados voceros mediáticos, el columnista de La Nación Joaquín Morales Solá, lo escribió con todas las letras hace solo unos días: "Es probable que todo el Gobierno atraviese diez meses convertidos en un infierno", pronosticó. "La Justicia podría sorprenderlo cada quince días o un mes con otra decisión adversa y dura", prosiguió. Es a la vez una amenaza y un anuncio. Tenemos que tomarlo en serio. Cada día se va a jugar el rumbo y la continuidad de nuestro proyecto.
No nos puede sorprender. No podemos subestimar los riesgos. Así como no se puede hacer una revolución con el permiso de la policía, tampoco se puede afectar los intereses del gran capital mediante medidas democráticas y populares, en favor de las mayorías, sin generar la reacción de los privilegiados. Y cuanto más a fondo se va en el camino de la justicia y de la igualdad, mayor es la brutalidad de la respuesta. Cuando Néstor Kirchner, a quien recordamos hoy con enorme reconocimiento, se puso al frente desde el gobierno de la más genuinamente democrática empresa de derrumbamiento de la impunidad del terrorismo de estado, y junto con ello, de lucha contra los efectos de la dictadura cívico militar y de sus continuadores de los años noventa, la suerte quedó echada. Solamente si nos hubiéramos apartado del camino, si nos hubiéramos puesto de rodillas ante los intereses de las minorías, habríamos evitado esta ofensiva que hoy está en su punto más alto. Pero Néstor sabía lo que hacía, como lo sabe Cristina, como lo sabemos todos nosotros.
Por lo tanto, la de hoy es una buena oportunidad para que volvamos a afirmar nuestro compromiso militante con el proyecto nacional, popular y democrático que inició Néstor Kirchner en 2003, y que conduce ahora Cristina.
Sin duda el mejor homenaje que podemos hacerle en esta etapa a Néstor, es redoblar nuestro esfuerzo militante para seguir desatando nudos de privilegio, en aras de construir una sociedad más igualitaria.
Mucha fuerza, y muchas gracias."
Es muy grato para mí estar aquí con ustedes, en este merecido homenaje.
Desde que nos integramos al proyecto nacional, popular y democrático que conducía entonces Néstor Kirchner, sabíamos que el recorrido que nos proponíamos iba a ser muy difícil. Que los privilegiados de nuestra sociedad iban a poner en el camino todas las piedras que pudieran. Néstor era, tal vez, el que con mayor claridad lo veía.
Y sucedió de manera particularmente dura cuando los rentistas y las patronales agrarias casi paralizaron el país en contra de las retenciones móviles sobre la exportación de algunos granos. Fue un alzamiento destituyente en toda la línea, que hasta contó con la complicidad del mismísimo vicepresidente de la República, hoy candidato que presume, como los demás, de honrado republicanismo.
Superamos ese escollo y seguimos adelante. Y sancionamos la ley de Medios, que debió ser un golpe democrático al plexo del monopolio comunicacional más poderoso de la Argentina. Ahí apareció con toda claridad la alianza entre el sector más reaccionario del Poder Judicial y las grandes corporaciones. De hecho aún no hemos podido aplicar realmente esa ley, aprobada no solo por el Congreso, sino por la enorme mayoría de la sociedad, precisamente porque el monopolio la frena desde los juzgados amigos, asociados, subordinados.
Pero seguimos adelante, y nuestros adversarios han persistido en su actitud. No me propongo enumerar aquí todas las operaciones mediáticas, judiciales, financieras, del poder de facto a las que les cabe a la perfección el calificativo de destituyente. La alusión tenía el propósito de poner en contexto este presente, en el que el conjunto de fuerzas de la reacción se ha nucleado en torno de lo que la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha llamado el Partido Judicial, y que ha tenido su bautismo público el 18 de febrero, con el vil pretexto de la muerte dudosa de un fiscal más dudoso todavía.
Estamos a solo diez meses de las elecciones generales, y la derecha se juega a fondo para impedir que el proyecto nacional y popular gane otro período de gobierno. Desean que el gobierno de Cristina termine ya, por el medio que sea. Pero si no consiguen ese artero propósito, al menos se proponen que la figura de la Presidenta llegue a octubre tan desgastada, tan esmerilada por falsas acusaciones, y calumnias, que al candidato del Frente para la Victoria le resulte imposible el triunfo electoral. Uno de sus más calificados voceros mediáticos, el columnista de La Nación Joaquín Morales Solá, lo escribió con todas las letras hace solo unos días: "Es probable que todo el Gobierno atraviese diez meses convertidos en un infierno", pronosticó. "La Justicia podría sorprenderlo cada quince días o un mes con otra decisión adversa y dura", prosiguió. Es a la vez una amenaza y un anuncio. Tenemos que tomarlo en serio. Cada día se va a jugar el rumbo y la continuidad de nuestro proyecto.
No nos puede sorprender. No podemos subestimar los riesgos. Así como no se puede hacer una revolución con el permiso de la policía, tampoco se puede afectar los intereses del gran capital mediante medidas democráticas y populares, en favor de las mayorías, sin generar la reacción de los privilegiados. Y cuanto más a fondo se va en el camino de la justicia y de la igualdad, mayor es la brutalidad de la respuesta. Cuando Néstor Kirchner, a quien recordamos hoy con enorme reconocimiento, se puso al frente desde el gobierno de la más genuinamente democrática empresa de derrumbamiento de la impunidad del terrorismo de estado, y junto con ello, de lucha contra los efectos de la dictadura cívico militar y de sus continuadores de los años noventa, la suerte quedó echada. Solamente si nos hubiéramos apartado del camino, si nos hubiéramos puesto de rodillas ante los intereses de las minorías, habríamos evitado esta ofensiva que hoy está en su punto más alto. Pero Néstor sabía lo que hacía, como lo sabe Cristina, como lo sabemos todos nosotros.
Por lo tanto, la de hoy es una buena oportunidad para que volvamos a afirmar nuestro compromiso militante con el proyecto nacional, popular y democrático que inició Néstor Kirchner en 2003, y que conduce ahora Cristina.
Sin duda el mejor homenaje que podemos hacerle en esta etapa a Néstor, es redoblar nuestro esfuerzo militante para seguir desatando nudos de privilegio, en aras de construir una sociedad más igualitaria.
Mucha fuerza, y muchas gracias."
No hay comentarios:
Publicar un comentario