lunes, 16 de junio de 2008

16 de junio de 2008

PÁGINA/12
ANTE EL CONFLICTO RURAL, INTENDENTES Y MOVIMIENTOS SOCIALES OFICIALISTAS CONVOCARON A UNA MANIFESTACION DE APOYO AL GOBIERNO
Contraataque K con otro acto en la Plaza de Mayo
En coincidencia con la jornada de protesta nacional anunciada por las entidades agrarias, la movilización se realizará este miércoles y hablará la presidenta Cristina Kirchner. Desde el Gobierno se denunció “un clima de desestabilización impresionante”.


Por Daniel Miguez

Fiel al estilo del kirchnerismo de redoblar la apuesta en los momentos críticos, el oficialismo convocó a un acto el miércoles en Plaza de Mayo en el que hablará la Presidenta, según pudo saber PáginaI12. El acto fue convocado tanto por la Federación de Municipios, cuya conducción está en manos del núcleo duro de intendentes del Gran Buenos Aires, como por movimientos sociales kirchneristas. La manifestación –que, según prometen los organizadores, será multitudinaria– coincidirá con la jornada “de protesta nacional” a la que llamaron las cámaras agropecuarias para repudiar el intento de Gendarmería de liberar la ruta 14 anteayer, y con el último día previsto para el nuevo lockout que lanzaron ese mismo sábado a la noche.

Esa parece ser la respuesta del Gobierno ante la creciente protesta de los ruralistas que, además de volver a convocar a no comercializar granos, ayer mantuvieron cortadas muchas rutas de las provincias agrícolas y ganaderas con la ayuda de los transportistas, que también hacen piquetes, pero en contra de la resolución de los productores de no vender sus cosechas.

La decisión del Gobierno, que se expresa no sólo en las palabras de los principales funcionarios sino esencialmente en los hechos, es que las retenciones móviles que los ruralistas piden anular son inmodificables. “No voy a dejar que me extorsionen. Nos quieren golpear institucionalmente y afectar a la gente con desabastecimiento y no lo voy a permitir”, dijo ayer la Presidenta en Olivos, ante algunos funcionarios. El concepto no es nuevo, pero dicho en este nuevo contexto parece exhibir la firmeza que quiere mostrar el Poder Ejecutivo.

Aunque en el Gobierno nadie lo dice, se vislumbra una estrategia que apunta al desgaste del sector agropecuario y a que la intransigencia de las entidades que agrupan a los productores pueda ser percibida por la mayoría de la sociedad. Es que en la Casa Rosada, aunque saben que la Presidenta está pagando costos altos, también creen que pueden llegar a licuarse en el cansancio que también provoca en la gente la actitud de los ruralistas.

Ayer, el día después del tensionante sábado con eje en el intento de Gendarmería de liberar la ruta 14 en Gualeguaychú, fue un día de relativa calma –aunque abundaron las discusiones entre ruralistas y transportistas, pero sin llegar a mayores– y abundantes declaraciones (ver aparte). Por el lado de los ruralistas, parecieron contrastar las palabras del dirigente de la Federación Agraria de Gualeguaychú, Alfredo De Angeli, con las del presidente de la Sociedad Rural, Luciano Miguens. De Angeli, en tono desafiante sostuvo: “Si hace falta nos vamos a quedar acá cien días más”. En cambio Miguens afirmó: “No tenemos ninguna instancia cerrada, al contrario tenemos que abrir nuevas estrategias”. De Angeli dio también ayer una definición al menos disonante con la ideología de la organización política a la que pertenece: “¿Quién me puede obligar a vender mis granos? Podemos estar sin venderlos todo el tiempo que sea necesario”, señaló.

En nombre del Gobierno habló el jefe de Gabinete, Alberto Fernández. En línea con lo que se decía ayer en la quinta de Olivos expresó que “detrás de esto definitivamente se filtra un clima de desestabilización impresionante, y nadie puede hacerse el zonzo y no escucharlo”.

“Lo que están haciendo, para que todos entendamos, es un tremendo plan donde se suman desestabilizadores, donde se deja a la Argentina sin alimentos, donde se vacían las góndolas de supermercados, se tira la leche, se deja a las industrias sin insumos, se prohíbe el tránsito de la gente, se complica la vida de los transportistas, y se impide el paso de los colectivos”, enumeró el jefe de Gabinete.

Fernández le apuntó sin medias tintas a De Angeli. “Tendría que darse cuenta de que empieza a ser responsable de lo que está pasando”, le advirtió. Y también recordó que “nos dijeron, entre otros el señor De Angeli, que hablar de la soja a 600 dólares (la tonelada) era una utopía porque nunca iba a alcanzar ese precio. Hoy está en 540 dólares”.

“Sería razonable, si quieren seguir, que sigan con otro método, pero ayer la solución que dieron es: vamos a seguir resolviendo quién transita en la Argentina y quién no. Creen que tienen derecho a vaciar las góndolas. Si la medida tiene tanto consenso (entre los ruralistas), ¿para qué hay que cortar las rutas, si se supone que los productores no van a cargar cereales?”, preguntó el jefe de los ministros.

Apuntando a una de las aristas del conflicto que –según el Gobierno– más deberían preocupar, Fernández recomendó leer una nota de opinión del escritor Mempo Giardinelli, publicada ayer en este diario, en la cual –dijo el ministro– “habla del formidable clima de desestabilización y del aprovechamiento con vocación golpista que muchos sectores hacen de este tema”. Al respecto, el funcionario señaló: “Estamos pasando desde las cadenas de e-mails a algunas posiciones de algunos sectores que claramente presentan el tema como una disyuntiva de continuidad de un gobierno”.

Respecto del acto de pasado mañana, el titular de la FAM e intendente de Florencio Varela, Julio Pereyra, confirmó que le pidieron al titular del partido Justicialista, Néstor Kirchner, realizar “un acto masivo en apoyo del gobierno nacional”. La intención de los intendentes era que en el acto hablara Kirchner, pero desde Olivos fueron más allá y les dijeron que la oradora sería la propia Presidenta.

“Nuestros propios compañeros –aseguró Pereyra– nos están pidiendo un acto para apoyar al Gobierno”, ya que “la gente está indignada por esta extorsión que le están haciendo al Gobierno los dirigentes del campo”. En el mismo sentido se pronunciaron ayer otros jefes comunales. El de Ituzaingó, Alberto Descalzo, afirmó: “El miércoles queremos ir a la Plaza de Mayo, no sólo nosotros, sino por la gente, por nuestros vecinos que nos lo reclaman”. También el de La Matanza, Fernando Espinoza, dijo que “nadie más quiere un país parado por un grupo de dirigentes que sólo busca el interés de su sector pero que no se fija en el interés del resto de los ciudadanos”. Desde los movimientos sociales afines al oficialismo, fuentes del Frente Transversal, que encabeza el diputado Edgardo Depetri, anticiparon que coordinarán la modalidad de la manifestación con la Federación de Tierra y Vivienda (FTV), cuyo líder es Luis D’Elía. “Vamos a reventar la plaza”, proclamaron.


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ENTREVISTA CON EL SOCIOLOGO CHRISTIAN FERRER SOBRE EL CONFLICTO AGRARIO
“El dolor está en otro lado”
El problema de la Argentina no es el hambre, sino “la injusticia distributiva”, y sus víctimas no son los productores rurales, sino los sectores sociales más empobrecidos, dice Ferrer. Vincula las formas que asume el conflicto con una nueva etapa de la democracia.


Por Javier Lorca

“Quizás el hecho de que asociaciones rurales antes enfrentadas hayan unido fuerzas no responde únicamente a los intereses en común, sino también a que los principales dilemas políticos de la época inmediatamente posterior a la dictadura militar importan menos que antes.” Christian Ferrer, ensayista, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), esboza la idea de que los modos que asumió el conflicto entre el Gobierno y el sector agrario se vinculan a la herencia de la crisis de 2001 y a que “las expectativas políticas del electorado” tienen una relación cada vez más débil con el pasado dictatorial. También plantea su desacuerdo con los colegas suyos que han advertido la existencia de un “clima destituyente” y señala un aspecto silenciado en el debate.

–El conflicto agrario, ¿manifiesta un antagonismo entre proyectos sociales opuestos o sólo es una puja por la apropiación de rentas extraordinarias sin cuestionar el modelo dominante?

–Es una disputa por la renta, y no por migajas sino por tajadas de una torta tamaño familiar de la que comen muchos. En comparación con los países del “Primer mundo”, Argentina es pobre, porque el modelo de necesidades y expectativas económicas proviene del Norte. En comparación con Africa y Asia, Argentina es riquísima. Pero los compatriotas ambicionan el estilo de vida de quienes viven en Miami o en Barcelona, no el que permiten actualmente Cuba o India. No es hambre el problema de Argentina, sino la injusticia distributiva de riqueza de un país que puede nutrir, con sus exportaciones de alimentos, a 300 millones de personas. Es curioso que los productores de oro en cereal se presenten como víctimas de las decisiones económicas tomadas por el Gobierno por cuanto constituyen un sector social al que puede considerarse, desde el año 2001 en adelante, ganador nítido de la vuelta de campana dada por la nave argentina. Desde entonces bailan el tango patrio –en el exterior– al ritmo contante y sonante de 3 pesos por un dólar. Es cierto que la gente del campo hace esfuerzos, pero eso rinde sus frutos, y es cierto también que las camionetas 4x4 les sirven para ingresar a sus campos pavimentados de soja, pero eso no los hace pobres, muy por el contrario. La cantidad de hectáreas que posee o alquila un pequeño productor local lo transformaría, en numerosos países del mundo, en un terrateniente. Una cuestión de escala. El dolor y la incertidumbre están en otro lado, comenzando por los compatriotas que tuvieron la mala suerte de nacer en zonas urbanas y rurales donde las semillas transgénicas nunca dan brote alguno y que encima están sometidos a intendentes, legisladores y gobernadores inútiles, ignorantes y mezquinos, siguiendo por los empleados, obreros, cuentapropistas y desempleados que viven al día, y terminando con todos aquellos que no pueden garantizarse adecuados tratamientos médicos, odontológicos, dietéticos, turísticos y hasta cosméticos. Puede ser que el “campo” se divida entre “grandes” y “chicos”, es decir que no todo es igual en la pampa gringa, pero la pobreza también es múltiple, y se multiplica aún más. En todo caso, las víctimas del “modelo dominante” son muchísimos más que las 200 mil personas congregadas en torno del Monumento a la Bandera.

–¿Comparte la caracterización de que la situación actual está atravesada por un “clima destituyente”?

–No, son cucos poco convincentes. Sucesivos espantapájaros que no resultaron tales han sobresaltado al progresismo en los últimos diez años: Duhalde, Ruckauf, Blumberg y ahora De Angeli abollando la cacerola. La tesis del golpe de Estado es cortina de humo, alarmismo infundado o gimnasia intelectual de mesa redonda, y se corresponde simétricamente con las denuncias arrebatadas de “represión kirchnerista” voceadas por sus contrincantes. Este país no es Suiza, ni siquiera Uruguay, y el Gobierno abusa, a veces, de la intimidación, pero si aquí hubo un hecho grave, eso fue el asesinato de un maestro en la provincia de Neuquén, gobernada por un candidato a la presidencia de un partido de la oposición. Las últimas represiones importantes en el país sucedieron durante el gobierno de Eduardo Duhalde y en el final del gobierno de Fernando de la Rúa. Otra cosa es que unos y otros anden a la búsqueda de escaramuzas de resultado incierto. ¿“Clima destituyente”? En Argentina la política parece reducirse a eso: horadar, minar los puntos fuertes del adversario. La centralidad política que ha asumido este conflicto se debe a que el vendaval del 2001 se llevó puestos a los principales partidos políticos –a excepción del peronismo– que no lograron recuperarse en las elecciones de octubre del año pasado. Justamente por eso los opositores, y unos cuantos peronistas rezagados o insatisfechos, se han lanzado como cuervos hambrientos a picotear de las sobras que inevitablemente dejará la pugna entre los productores rurales y el Gobierno. La política no admite el vacío y el campo, momentáneamente, lo llenó, lo que permite al Gobierno designar un enemigo y constituirse en torno a él. Es una apuesta –y una maniobra pobre– que no carece de riesgos, pero es ineludible que todo culmine en una mesa de negociaciones entre socios ofendidos, lo que no excluye el aderezo de la necedad, que es el atributo psicológico mejor repartido entre las clases dirigentes del país.

–¿Cómo se inscribe el conflicto en el devenir de la democracia argentina?

–Quizás el hecho de que asociaciones rurales antes enfrentadas hayan unido fuerzas no responde únicamente a los intereses en común, sino también a que los principales dilemas políticos de la época inmediatamente posterior a dictadura militar importan menos que antes. Ahora importa exportar soja para los chanchos chinos o transformar al maíz en biocombustible, un insumo vital para dueños de automóviles, es decir una tecnología cotidiana que está entre las principales causas de muertes en calles y rutas de todo el mundo. En todo caso, la memoria histórica, en este país, es de corto alcance porque los argentinos prefieren huir hacia adelante. Lentamente, el recuerdo de la dictadura está dejando de dar forma a las expectativas políticas del electorado. Además, el conflicto es un síntoma de que algo puede haberse fracturado en el vínculo de amplias clases medias con el Gobierno. Ya sucedió antes: con Alfonsín, después de los sucesos de la Semana Santa de 1987, con De La Rúa luego de la renuncia de su vicepresidente. Antes aún, con la dictadura, al final de la Guerra de las Malvinas.

–Más allá de las diversas posturas que han aflorado, ¿el conflicto revitalizó la intervención de los intelectuales en el debate político?

–No sé. Abunda el posicionamiento, el narcisismo, la moralina, o el discutir por comas y comillas. Tampoco ayuda a comprender la situación la superfluidad de concederle al Gobierno un aura de populismo de altiplanicie o de costa caribeña, error simétrico al de quienes gustan de unir en un panteón pulcro a los gobiernos de Chile, Brasil y Colombia. Se puede jugar al dominó, pero lo cierto es que son procesos sociales y políticos, incluso étnicos, no del todo equivalentes. Quizás algunos se sienten concernidos por la fragilidad de fondo de un gobierno al que juzgan preferible a otros, pero si en él hay una dosis de debilidad es más por demérito propio que por acción de los adversarios, o porque su origen, en el 2003, fue fruto de circunstancias históricas en las cuales la virtud y la tómbola fueron inescindibles, o bien porque este país se parece más a un toro de lidia que a una vaca lechera.

–¿Qué temas han estado ausentes en el debate?

–Llama la atención un silencio compartido por unos y otros: nadie cuestiona a las políticas internas del gobierno chino, que por cierto es una de las peores dictaduras del mundo ahora objeto de deseo tanto de exportadores como de retencionistas. China está gobernada desde hace sesenta años por el mismo partido monopólico que a comienzos de la década de 1960 dejó morir de hambre a casi dos millones de personas por causa del fracaso de la política económica conocida como “gran salto hacia adelante”, que pocos años después provocó el asesinato de un millón y medio de opositores en la época de la “Revolución Cultural”, además de los doce millones de personas que fueron obligadas a hacer trabajos forzados en villas rurales a modo de educación “proletaria”; el mismo régimen que hace casi veinte años masacró a los estudiantes congregados en la plaza Tien-An-Men y que este mismo año reprimió, una vez más, al pueblo tibetano. Se sabe: negocios son negocios. No es algo nuevo: en la época del general Videla y del economista Martínez de Hoz el país se negó a unirse al embargo cerealero contra la Unión Soviética promovido por los Estados Unidos basándose en el lema “El enemigo (comunista) de mis amigos (liberales) es mi cliente”. Lo peor de todo son los falsos moralistas de la oposición, abundantes en programas periodísticos de la televisión y en columnas de opinión de varios periódicos. Que a notorias dictaduras se les venda trigo, carne o soja por motivos pecuniarios o políticos, o porque al país así le conviene, es comprensible, pero que tantos moralistas de fin de semana se irriten por la visita oficial del tiranuelo de Guinea Ecuatorial a Buenos Aires o por los raptos de prepotencia del comandante Chávez en tanto callan sobre los desmanes del nuevo cliente internacional de la Argentina resulta un ejercicio de hipocresía. Es gente de lengua bífida que prefiere negociar con dictadores de verdad y no con sus parodias en miniatura.